Entrevista
29 de febrero de 2024
Entre la ciencia y la música. Entrevista con José Franco
Carlos Maza: Nos interesa conocer esta dimensión tuya, no tan cercana al lado científico, sino del lado de la música; entender por qué tantos científicos tienen esta relación con el arte; en tu caso, con la literatura y la música. Así que queremos preguntarte: ¿de dónde viene esa vena?, ¿cómo conjugas la ciencia y la música?
José Franco: Yo creo que no hay nada de especial; hay un dicho que dice “de músico, poeta y loco todos tenemos un poco”, y sí, considero que es muy cierto. En mi caso es algo que me ha acompañado prácticamente toda la vida. Mi padre tocaba el piano y la guitarra, le gustaba tocar y cantar y poner a cantar a todo el mundo. Así que desde pequeño tengo esta imagen del performance que hace la gente para convivir y agradar a otras personas. Tengo buenos recuerdos y también otros muy malos porque a mi padre le encantaba la ópera; me obligaba a escucharla y me vacunó contra ella. Yo odié la ópera durante muchísimo tiempo y ya muy entrado en años empecé a disfrutarla. Llegué muy tarde, no te puedo decir que soy fan. Hay cosas que de plano no entiendo, no me llegan. Por ejemplo, Wagner, que es un gigante, un non plus ultra de los fanáticos de la ópera, a mí no me emociona. Así que más que aprender del género, sólo la disfruto ocasionalmente.
Fuera de esa parte, la música siempre estuvo en mi vida, incluso debido a situaciones marcadas por una adversidad. De pequeño tuve un accidente: un camión me atropelló cuando tenía como cinco años, me rompió dos costillas, la clavícula y el hueso ilíaco, y estuve un buen número de semanas con yeso, inmovilizado. Cuando me recuperé, los músculos ya no tenían fuerza y tuve que aprender desde a gatear para volver a tener una vida normal. Así que mis padres estaban muy preocupados por mi seguridad porque yo era muy travieso —lo del camión que me atropelló fue básicamente por mi culpa, estaba haciendo travesuras— y, como la familia de mi madre es del istmo de Tehuantepec, de ciudad Ixtepec, y mi abuela vivía allá, me mandaron con ella. Allí hice el kínder y los primeros años de la primaria.
Mi abuela tenía un puesto en el mercado de Ixtepec. Al salir de la escuela, iba a visitarla, no tanto por ella, sino por una tía que tenía otro puesto junto al suyo, en el que vendía quesos y totopos, me consentía con un buen trozo de queso y un gran totopo. Había una sinfonola que todo el día tocaba música popular de aquella época; estamos hablando de los años cincuenta. Estaban los grandes éxitos: Celia Cruz, Bienvenido Granda, Benny Moré, etcétera, y esa música me acompañó en ese tiempo. Me gustaba la música de corte tropicalón, alegre y rítmica, con influencias del Caribe, y me acostumbré a la música popular de México y Latinoamérica. Los tríos, el chachachá, ya sabes, ¿no?, el danzón, el mambo… La disfrutaba mucho. Me acuerdo perfectamente de las canciones de Pedro Infante, por ejemplo. Y, bueno, cuando regresé a la Ciudad de México, la música popular era la que me gustaba. ¿La ópera? ¡Olvídate!
CM: ¿Nunca estudiaste música?
JF: No, nada, cero. Aprendí a tocar la guitarra porque vivía en Tlatelolco y había muchos chavos que tocaban. Era padrísimo verlos tocar y yo me fijaba en cómo ponían los dedos; así aprendí, poco a poco, algunos acordes. Unos eventos que tengo muy presentes, de esos que te marcan, era que la noche de vísperas del día de las madres los chavos se organizaban para llevarles serenata. Y ahí me tienes yendo con ellos; eso se convertía en un entrenamiento: tocando toda la noche la misma canción, los mismos boleros, yendo de casa en casa. Luego, en el camino, se te unía alguna persona ya medio tomada y te decía: “Oye, mi esposa es la madre de mis hijos, vamos a llevarle serenata”, ¡y era toda la noche! en el conjunto habitacional Tlatelolco, pues hay mucho público para eso. A veces veíamos llegar la luz del día y no habíamos terminado de visitar a todas las madres porque, claro, llegabas a una casa, tocabas un par de piezas y siempre insistían en darte algo: “¿Quieres algo de beber, algo de comer?”, y eso hacía que se extendiera. Es un recuerdo muy padre porque ahí me clavé en lo que era estar tocando y agradando a quien te escucha.
Durante la secundaria formé mi primer grupo de rock ’n’ roll, y fue todo un rollo porque no tenía dinero. Fue una hazaña conseguir los instrumentos —guitarras eléctricas, amplificadores y batería—, pero lo logramos y tocábamos en los cumpleaños.
CM: ¿Cómo llegaste al rock ’n’ roll después de venir de disfrutar la música popular de la radio?
JF: El rock ’n’ roll era la música de la juventud en aquella época. Por un lado estaba todo el rock ’n’ roll desarrollado en Estados Unidos, con los grandes iconos como Fats Domino, Elvis Presley, Bill Haley, etcétera. Y por otro empezaron a aparecer los grupos ingleses e irlandeses; encabezaban los Beatles y los Rolling. Me acuerdo cuando escuché “A Whiter Shade of Pale” de Procol Harum o “Gloria” de Van Morrison, ¡era como la gloria! También estaban los grupos vocales que hicieron el sonido Motown y gente como Johnny Rivers, que hacía baladas. El repertorio era amplio y tocábamos todo ese tipo de cosas. Cuando entré a la preparatoria apareció un rock ’n’ roll más confrontativo, con The Doors y con toda la gente que surgió durante la psicodelia. Luego, ya cuando entré a la Facultad de Ciencias de la UNAM, me encantaba estar tocando rock ’n’ roll. Tocaba en varios grupos cuando ingresé a la facultad, incluso en cafés cantantes, con gente mayor que yo (yo era así como la mascota, el más chavo). Tocaba la guitarra y, si se descuidaban, hasta cantaba alguna canción. Toqué con muchos grupos que se formaban y desaparecían.
TENÍAS QUE TOCAR PIEZAS DE ROCK EN INGLÉS Y EL ACERCAMIENTO AL ESPAÑOL ERA TOCAR LAS MISMAS PIEZAS TRADUCIDAS. SENTÍA QUE LA MÚSICA DE LA JUVENTUD ESTABA CASTRADA DE ENTRADA
Luego me fui a hacer el doctorado en Estados Unidos. Cuando llegué allá —la música está dentro de uno— me di cuenta de que cualquier hijo de vecino en cualquier esquina tocaba mejor rock’n’ roll de lo que yo pudiera imaginarme. Entonces, con compañeros de la Universidad de Wisconsin en Madison, tanto estadounidenses como mexicanos e incluso un español, decidimos formar un grupo musical. Este grupo fue resultado natural de la Sociedad de Estudiantes Latinoamericanos que formamos. Iniciamos haciendo peñas latinas donde la gente que sabía tocar algún instrumento, lo tocaba; quien sabía recitar poesía, recitaba, los que sabían bailar los bailes tradicionales de donde vinieran, bailaban. Estas peñas latinas se convirtieron en eventos cada vez más grandes y cada vez atraían más gente. En ese esquema formamos un grupo que se volvió muy exitoso, un grupo que nosotros identificábamos como de música latinoamericana, pero que tocaba música original: Sotavento, con el que incluso grabamos un disco. Era un grupo de diez personas de diferentes edades, nacionalidades e intereses académicos. Lo que nos unía era la música y, como nadie tocaba música latinoamericana, nos volvimos un éxito. Esto era entre 1980 y 1982; volví a México en 1983.
CM: Eran tiempos en los que en toda América Latina había presencia de música sudamericana. Estaba de moda la música andina, ¿no?
JF: Y fue un momento importante en Centroamérica porque los sandinistas en aquel momento estaban tomando el poder en Nicaragua. Nosotros hacíamos eventos en beneficio de estas causas. Llegó un momento en que tocábamos jueves, viernes, sábados y a veces incluso domingos. Yo estaba haciendo mi doctorado y algunos de mis profesores estaban un poco mosqueados; decían “éste nunca va a terminar”. Pero a otros les encantaba la música y hasta mi director de tesis de doctorado, el gran Don Cox, iba a vernos y era el primer fan. Afortunadamente fui el primero en doctorarme de mi generación. Tenía una beca de CONACYT, ventaja grande sobre mis compañeros porque todos ellos trabajaban para mantenerse. Daban clases o trabajaban a tiempo parcial en una biblioteca o en un restaurante. Yo, en cambio, tenía la libertad que me daba el hecho de tener una beca y podía dedicarme un buen rato a la música. Los amigos con los que tocaba todos eran muy talentosos y grabamos un disco que nosotros mismos financiamos; no lo vas a encontrar en ningún lado.
CM: ¿Alguna vez enfrentaste el dilema de dejar la carrera, la ciencia, para dedicarte a la música?
MGM: Cuando empecé a estudiar la carrera de física pasó por mi cabeza esta disyuntiva. Pero, como te digo, ya tocaba en centros nocturnos con estos grupos y el ambiente era muy viciado, era poco agradable, digamos. Para el reventón estaba muy bien, cinco minutos, pero nada más, ¿no? Por otro lado, la inventiva no fluía. Tenías que tocar piezas de rock en inglés y el acercamiento al español era tocar las mismas piezas traducidas. Sentía que la música de la juventud estaba castrada de entrada, pero, a pesar de eso, disfruté mucho la experiencia, el hecho de ser reconocido por tus amigos y amigas… La pasaba muy bien, pero al final del día no había una perspectiva de vida a futuro; yo no la veía. Si bien pasó un poquito por mi cabeza, realmente nunca lo consideré en serio y llegó un momento que dije hasta aquí.
CM: ¿Fuiste profesional, alguna vez cobraste por hacer música?
JF: Bueno, pues sí me daban tres pesitos, pero nada más. No viví en ningún momento de la música y, la verdad, no me llamaba mucho la atención tratar de hacerlo. Unos tres o cuatro años desde el inicio de la carrera no tuve un gran desempeño académico y de hecho tomé pocos cursos y los que aprobaba no los aprobaba con calificaciones altas. Un día decidí que había que darle vuelta al asunto y me enfoqué en terminar mi carrera. Nunca dejé de tocar, pero siempre fue un hobby.
Cuando estaba haciendo el doctorado en Estados Unidos, la música que tocábamos con Sotavento era original y eso, no tienes idea de cómo reconforta que estés haciendo lo que te gusta. Desde una perspectiva musical seria, lo que hacíamos era muy elemental, pero era nuestra creación. Disfruté muchísimo la música que hicimos. Después, cuando terminé el doctorado, tampoco tuve dudas, me regresé a México, a la UNAM. El grupo siguió durante un buen tiempo, más o menos con la configuración que tenía cuando yo lo dejé. Poco a poco fue cambiando después. Ahora el grupo sigue tocando, pero son sólo dos personas, un miembro mexicano, con un nombre muy mexicano, Pancho López; él estudió física médica y es experto en esa disciplina. La otra integrante es Raquel Paraíso, española; toca el violín y es experta en música de la costa. Ahora viven en Xalapa. Pancho está dando asesorías sobre física médica y Raquel es música de tiempo completo. Ha trabajado en la recuperación y el estudio de música sobre todo de la Huasteca y de Veracruz. Ellos siguen haciendo canciones.
DGC: Cuéntanos de Carbono XIV, la banda con la que llevas tiempo tocando. ¿Cómo se formó? ¿Qué tocan?
JF: Cuando regresé a México traté de clavarme en lo que estaba haciendo, en mi investigación. Había varios amigos que armaron un grupo, gente dedicada a la divulgación de la ciencia, un grupo que se llamó Orificio, y en ese grupo tocó José Paredes, Pacho, miembro de La Maldita Vecindad. Toqué un ratito con ellos y ya ellos siguieron; yo me dediqué a la investigación y dejé un buen rato la música, hasta que un día Ricardo Mayer (quien ya murió, desafortunadamente), un primo de mi esposa, Claudia, le dijo que le gustaba el rock ’n’ roll y que tenía un grupo. Después nos juntamos, empezamos a ensayar y a poner rock viejito, rock de la primera época. Ricardo era un frontman muy bueno, tenía personalidad, le echaba ganas, cantaba. Y yo ahí me dediqué básicamente al bajo.
Así que empezamos a tocar en algunas reuniones. Había que ponerle un nombre a la banda. Nos reunimos en un café, en un Sanborn’s, y nos pusimos a pensar. Cada nombre que alguien decía era más ridículo que el anterior. Estábamos junto a una ventana en el Sanborn’s y se veía un anuncio de “No estacionarse”. De broma les dije: “¿Qué les parece ‘No Estacionarse’?”, y hasta sonó como poesía comparado con nombre absurdos que estábamos diciendo. A todo el mundo le gustó y ¡pum!, lo agarramos: No Estacionarse. ¿Y qué significado le vamos a dar? Ah, pues que estamos en continua evolución, que nunca nos vamos a quedar”.
CREO QUE ES EL SENTIDO ESTÉTICO EL QUE RELACIONA A LA MÚSICA CON EL CONOCIMIENTO EN GENERAL: LAS MATEMÁTICAS, LA ASTRONOMÍA
Estuvimos tocando un buen rato, hasta que Ricardo murió. Le dio cáncer y ahí se apagó la llama porque él era el frontman, era quien cantaba y llevaba la batuta. Tuvimos una pausa hasta que Carlos Carbajal, un muy buen amigo que fue el laudero de los rocanroleros me presentó a varios de ellos. Carlos, el maestro Carbajal, murió hace poco, pero hizo instrumentos para todo el mundo: guitarras y bajos. Un tipo entrañable y excepcionalmente talentoso. Yo lo conocí desde que vivía en Tlatelolco, donde hicimos muchas locuras juntos, como las incursiones a fiestas a las que nunca nos invitaban; llegábamos con instrumentos y tocábamos y ligábamos. Fue una época muy padre. Luego nos volvimos a encontrar después de muchos años. Él tenía su taller, a donde llegaba todo el mundo a que le arreglara la guitarra o a pedirle una nueva. Un día, después de que murió Ricardo, me dijo: “Oye, está Fernando Palma, un amigo que canta muy bien y toca muy bien la guitarra y le gustaría hacer un grupo”. Nos empezamos a juntar con otros cuates en el taller de Carlos y formamos otro grupo. Nuevamente llegamos al punto en que, después de ensayar y tocar aquí y allá, dijimos: “¿Cómo nos vamos a llamar?” Y un día, en una cena, pedí que me sugirieran nombres. Una sobrina que acababa de estar en Argentina dijo: “Pónganle ‘Penne a la Putanesca’”, y ¡nos morimos de la risa!, ese nombre se iba a prestar para cualquier malentendido y todos estábamos muertos de la risa. Y mi hija, que es química, me dice “Oye, pero ustedes ya están bien viejitos todos, ¿por qué no le ponen Carbono XIV?” A mí me encantó, se los propuse y al grupo también le encantó. Así formamos Carbono XIV y tocamos en varios lugares.
Con la pandemia aquello dejó de funcionar. Fernando Palma, que es un gran cantante, que ha estudiado y ha trabajado su voz (no es que cante ópera, pero de repente cantaba con algunos cantantes serios de ópera haciendo duetos), durante la pandemia se metió a trabajar en Apple México y luego lo mandaron a Estados Unidos, así que ahora mismo ya estoy huérfano. Carbono XIV no ha tocado desde antes de la pandemia.
CM: Hemos localizado algunos videos de Carbono XIV en YouTube, ¿autorizas que los vinculemos a esta entrevista?
JF: Si tienen buen sonido, sí, porque por lo general tienen un pésimo sonido. Va en detrimento de tu publicación y de nuestro prestigio.
CM: Tu trabajo como astrónomo, la investigación y la divulgación científica que realizas, es una labor fabulosa. Yo quería preguntarte para cerrar la entrevista: ¿existe alguna relación sólida entre la música y la ciencia? ¿Hay un fundamento armónico o rítmico en el espacio?
JF: No, pero depende cómo lo quieras ver. Cuando aparecen las escuelas filosóficas en la antigua Grecia y los mitos son remplazados por la razón y las evidencias verificables, entonces se desarrollan las ideas sobre las armonías, las matemáticas, la música, la astronomía, etcétera, tratando de darle sentido al mundo. Las escalas en la música tenían relaciones matemáticas específicas, como los ciclos de los cuerpos en el cosmos y de manera natural se plantean relaciones entre los planetas con figuras geométricas y con la música. Creo que es el sentido estético el que relaciona a la música con el conocimiento en general: las matemáticas, la astronomía. Algún neurólogo quizá nos pueda dar una visión más clara y detallada de la forma en la que entendemos las cosas.
CM: Pero sí se suele utilizar mucho a la música como metáfora de lo que sucede en el espacio, ¿no? Se habla de una armonía de los cuerpos celestes. ¿Es una metáfora útil para la divulgación de la ciencia?
JF: Por supuesto. Por ejemplo, mi libro Alunizaje fue pensado como un libro de ciencia y arte [ver recuadro].
CM: Las ilustraciones de Lucía Hinojosa son bellísimas y son muy inteligentes en el planteamiento que hace del movimiento de la luna sobre un pentagrama, es muy sugestivo.
JF: Santiago Fernández y Paola Morán de la editorial Turner me invitaron a escribir un libro por los cincuenta años de la llegada del ser humano a la luna. Les dije: “Pero yo no soy escritor… Vamos a ver qué se puede hacer”. Estuve pensando en qué personalidad le quería dar al libro. Quería hablar de ciencia, pero también de historia y de mitología, y también quería tener al arte ahí, la poesía, la literatura y la pintura. Un día, en una charla, Lucía me dijo: “Pepe, tú que eres astrónomo, mira”, y me mostró esta idea de mover la luna sobre estas líneas como de pentagrama. “¡Maravilloso! Fíjate que estoy escribiendo esto…”, y nació el libro.
CM: Déjame contarte la anécdota de cuando lo compré: lo fui a buscar a una librería del Fondo de Cultura Económica y no lo encontré. ¿Cómo es posible que no tengan este libro, si acaba de salir, si es de una editorial que se distribuye bien? Entonces el chico que me atendía lo busca en la base de datos de otra librería, El Sótano, y encuentra que en el registro del Fondo de Cultura Económica, ¡habían escrito “Aluzinaje”!
JF: Pues sí, ¡lo entiendo perfectamente!
CM: Así que, si alguien te dice que no encuentra tu libro, ya sabes cuál es la razón.
JF: Pues sí que fue un “alucinaje” hacerlo.
Alunizaje
José Franco (textos)
Lucía Hinojosa (ilustraciones)
Presentación/Prologue: Jorge Volpi
Editorial Turner, México, 2019, 112 pp.
Se dice que el pueblo mexica tomó su nombre de Metztli
(Luna en náhuatl), la deidad del pulque y el maguey,
quien también reinaba en las noches […]. De hecho,
parece ser que la palabra México se compone de vocablos
en náhuatl que significan “en el ombligo de la Luna”.
José Franco, Alunizaje, p. 21
En Alunizaje Pepe Franco despliega generosamente sus vastos conocimientos sobre astronomía en relación con el satélite natural de la Tierra, pero en un tono de reflexión filosófica al que le cabe también la poesía, la literatura, la mitología y todos los saberes (también las ignorancias) que rodean esa mágica presencia tutelar de nuestro planeta.
Una prosa delicada y clara, salpicada aquí y allá con epígrafes y citas procedentes de una larga historia de personas “lunáticas”, recorre el tiempo y el espacio, la danza cuasi eterna entre nuestro planeta y Selene, estableciendo “una conversación entre los dos pilares del conocimiento: la ciencia y el arte”, como dice el autor en los agradecimientos.
A cincuenta años del que fue “un pequeño paso para el hombre y un gran paso para la humanidad”, como lo describió el primer ser humano que pisó su suelo, Alunizaje nos cuenta el relato del astro, del cuerpo celeste, de los dioses y diosas con que lo hemos vestido, de los conejos que lo habitan, de los mitos que acompañan nuestro tiempo desde que comenzamos a contarlo, y de las certezas científicas sobre sus movimientos y sus efectos sobre nosotros:
José Franco estudió física en la Facultad de Ciencias de la UNAM y realizó su maestría y doctorado en la Universidad de Wisconsin en Madison, Estados Unidos. Forma parte del Instituto de Astronomía de la UNAM desde 1983, como investigador titular. Se ha dedicado, entre muchas otras actividades, a la investigación, la docencia, y muy especialmente a la divulgación científica (dirigió Divulgación Científica de la UNAM entre 2012 y 2017). Ha recibido numerosos premios y reconocimientos. Por supuesto, es también rocanrrolero (guitarrista, bajista y cantante).
Carlos Maza es editor de UNAM Internacional. También es rocanrrolero.
Playlist
M Ú S I C A T R A D I C I O N A L
“Guiigu Bi’cu”, sones istmeños:
https://youtu.be/Ye1Ct5tPsdc?si=HHzZ9Ng9CMJf-ezt
Celia Cruz con la Sonora Matancera, “El yerberito moderno”:
https://youtu.be/zXRcP3yIG64?si=ABQIVXxGO9mDup7w
Bienvenido Granda, “Total”:
https://youtu.be/2remXMDCx3U?si=wQXlAA5EFcnrs9Dy
Benny Moré, “¿Cómo fue?”:
https://youtu.be/Ojytcx7cabQ?si=lkizuf3lC3slf2yu
R O C K ‘N’ R O L L
Bill Haley & His Comets, “Rock around the Clock”:
https://youtu.be/ZgdufzXvjqw?si=GSoCF1yZLeXBw3Xm
Elvis Presley, “Hound Dog”:
https://youtu.be/pQHslDaexXw?si=k1_GCrAL9WYuXEXR
Fats Domino, “Ain’t That a Shame”:
https://youtu.be/2FDYyf8Kqrs?si=nRnDQBHZwMyPPzwi
Johnny Rivers, “Memphis, tennessee”:
https://youtu.be/IAc0FKyBgks?si=YxyDh-OOBCwhssiQ
The Temptations, “My Girl”:
https://youtu.be/C_CSjcm-z1w?si=GCoUWGN-BCpWGWgb
Procol Harum, “A Whiter Shade of Pale”:
https://youtu.be/z0vCwGUZe1I?si=o81rTV82ZTtXttHk
Them (Van Morrison), “Gloria”:
https://youtu.be/gzWwAzLaO8Q?si=PP3_ik3aiz5Ebfmb
The Doors, “Light My Fire”:
https://youtu.be/mbj1RFaoyLk?si=S9ebEMw7JvOSu11c
S O T A V E N T O
“Pialli, Papalotzin” (son de Xantolo):
https://youtu.be/xTAl5kpoByY?si=PyZHIA5AjZ_aR2fN
“Canario huasteco”:
https://youtu.be/7O8JIZW8Ufk?si=Wpzs5UqK6IapC7be
“Filomena” (son huasteco):
https://youtu.be/jCOljxuQD1E?si=tof-Wfg9dWXLfm8I
C A R B O N O X I V
Entrevista con Carbono XIV en Foro TV, 2015
https://www.youtube.com/watch?v=X11vAZj4Wj8
Carbono XIV en Universum:
Carbono XIV toca “Johnny B. Goode” en el Desierto de los Leones
https://www.youtube.com/watch?v=ruy-ncPD7GE
Carbono XIV toca “Hoochie Coochie Man” en el Desierto de los Leones
https://www.youtube.com/watch?v=qwPCnhhCQGQ
En vivo en la Casa del Lago, 2015, concierto completo:
https://youtu.be/y_piB04Zqs8?si=UrB_GjVX2Tq_NGZz