Entrevista   
15 de noviembre de 2024

¿Nos gusta lo que vemos? Geografía e historia en la Facultad de Filosofía y Letras. Entrevista con Federico Fernández Christlieb

Por: Pamela Suárez
UNAM Internacional: ¿Qué te motivó a estudiar geografía? ¿Consideraste otras opciones además de la UNAM?
Federico Fernández Christlieb: Entre los mayores aciertos de mi vida cuento el de haber estudiado en la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL). Escogí la carrera de geografía porque no podía convencerme de dejar las ciencias o las humanidades. Ambos campos del conocimiento me fascinaban al entrar a la licenciatura y escoger otra carrera hubiera sido quedarse sin uno de ellos. Geografía es un saber que está con un pie en las ciencias y otro en las humanidades. En ese entonces la carrera se impartía en la Universidad de Guadalajara, en la Autónoma de Guerrero y en la Autónoma del Estado de México, pero yo quería estudiar, desde luego, en la UNAM.

UI: ¿Por qué la geografía se estudia en la UNAM en una facultad como es Filosofía y Letras?
FFC: Geografía es un saber clásico, como la filosofía o la historia, y por eso quedó comprendida en la Facultad de Filosofía y Letras, lo cual para mí constituye una fortuna porque hubo entonces la posibilidad de interactuar con historiadores y filósofos al igual que con dramaturgos, literatos y pedagogos.

UI: ¿Por qué estudiaste después una maestría en historia?
FFC: Interactuar con estudiantes de historia me permitió acercarme a esta disciplina, seguir varios cursos optativos dentro de la carrera de historia y convencerme de que no se podía hacer geografía sin saber historia de México. Empecé una segunda licenciatura en esa disciplina, pero opté mejor por hacer una maestría.

UI: ¿Cómo fue tu experiencia como alumno de la FFyL? ¿En qué época estudiaste?, ¿cómo era en ese entonces la facultad, qué la distinguía de otras escuelas y facultades?
FFC: Desde el primer semestre que estuve en la FFyL supe que esa sería la sede de mi vocación intelectual. Entré en agosto de 1983. En esos años yo creía que todo lo importante ocurría en esas aulas y en esos pasillos. Ahí conocí mi país, conocí el sentido de la solidaridad, de la amistad, del amor, de la lucha. Me tocó atravesar los primeros años en los que una institución pública se reveló contra el neoliberalismo en la educación. Lo que hicimos entonces —detener la imposición de pagos y colegiaturas— hoy en día nos revela su alcance completo y nos revela también el hecho de que a los estudiantes siempre les asiste la razón. Nunca he dejado de pertenecer a mi facultad. Cuando terminé el posgrado ya impartía en ella clases de geografía de América Latina. Hoy en día sigo como docente y dirijo varias tesis de licenciatura y posgrado. Filosofía y Letras es una facultad siempre vanguardista, siempre hasta adelante de los reclamos sociales. La diversidad en su interior es infinita, tanto en las temáticas de profesores y profesoras como en las identidades del alumnado.

UI: ¿Qué académicos influyeron en tu formación? ¿Podrías mencionar un par de profesoras y profesores, y por qué fueron importantes para ti?
FFC: Tobyanne Berenberg nos recitó la versión soviética del orden del mundo posterior a la Segunda Guerra Mundial. Aunque hube de pelearme con ella (porque en la facultad lo que hacen los estudiantes es cuestionar a la autoridad) lo cierto es que me abrió un panorama amplio sobre la complejidad política internacional. Era una señora blindada como un tanque, pero por dentro llevaba palomas. Por su parte, Ángel Bassols nos llevó de práctica de campo a lugares como Ixtapaluca para leer la ocupación del espacio con herramientas marxistas que penetraban eficazmente bajo un polvo que lo cubría todo. Uno más: Federico Bolaños, quien nos demostró hace cuarenta años cómo se aproximaba la crisis climática que hoy nos tiene pasmados.

UI: Te especializaste en geografía y ordenamiento del territorio y enfocaste tu investigación en geografía cultural e histórica, ¿por qué?
FFC: Lo que hace el enfoque cultural es devolver a la geografía su sentido original transdisciplinario. Tomamos en cuenta variables socioeconómicas y biofísicas al mismo tiempo y, además, siempre contemplamos los procesos históricos que transforman el paisaje. Hoy en día es imposible pensar en hacer frente a la crisis social y ambiental si seguimos trabajando en disciplinas desconectadas unas de otras. Todos los problemas ubicados entre la sociedad y la naturaleza tienen una dimensión territorial y por eso la geografía está en posición de generar estudios convincentes y posiblemente algunas soluciones. Esto me entusiasma y me hace contagiar a mis estudiantes. De igual forma, todos los problemas tienen una dimensión histórica que hay que conocer antes de combatirlos.

UI: De acuerdo con tu trayectoria, ¿cómo ha sido la evolución del ordenamiento territorial en los procesos de planeación?
FFC: Mi formación como geógrafo ha coincidido con el desarrollo de un ordenamiento territorial basado en la extracción de ganancias. Mientras más rápido se pueda obtener dinero de cualquier intervención sobre el terreno, será mejor para los desarrolladores. Esa mentalidad explica, en estas cuatro últimas décadas, la falta de apoyo a las comunidades campesinas y el exceso de construcción en las ciudades, combinación de terribles resultados para el ordenamiento territorial. La rapacidad sin límites de los desarrolladores y sus cómplices políticos también explica el deterioro ambiental. Ellos son los que deciden. Sin embargo, no pueden decir que la ciencia no les haya advertido la necesidad de planear. Desde los años 60 y 70 existen estudios serios sobre el peligro de liberar la economía sin normas. Rachel Carson, Donella Meadows y Barbara Ward lo dijeron en foros internacionales, y en México, nadie mejor que Víctor Manuel Toledo.

UI: Haz hecho trabajo de campo intensamente: ¿cómo vives en lo personal este trabajo de investigación directa con personas que viven situaciones tan complejas?
FFC: Estamos, probablemente, a punto de experimentar un giro hacia lo geográfico tanto en las ciencias como en las humanidades. En las siguientes décadas será necesario pensar en que los retos no pueden enfrentarse de la manera en la que lo hemos venido haciendo. No podemos tratar de solucionar los problemas con la misma lógica y las mismas herramientas con las que los hemos creado. Ahora tenemos que razonar geográficamente. Eso no implica tener un diploma de geógrafo, sino observar geográficamente los paisajes resultantes de la crisis socioambiental. ¿Nos gusta lo que vemos? ¿Nos gusta el Paricutín deforestado y erosionado? ¿Nos gustan las caravanas de migrantes en Chiapas poniendo en riesgo sus vidas? ¿Nos gusta lo que produjimos en Santa Fe: una ciudad aérea que ignora a otra que está a sus pies? Todos esos paisajes dantescos, ¿están relacionados con el torrente de anuncios que aparecen en la radio y en las redes sociales? Es preciso correlacionar. Entender, por ejemplo, que el agua es un sistema regional y no una lista de concesiones y tuberías. Es menester comprender los problemas como procesos de larga duración y no como eventualidades sexenales. Ningún fenómeno se presenta aislado, todo se concatena: economía, política, ecología y educación. El razonamiento geográfico es eso: correlacionar lo global con lo local, lo ambiental con lo cultural y lo pasado con lo futuro.

UI: En relación con la geografía cultural, ¿podrías comentarnos sobre la relación entre las sociedades humanas y sus entornos?
FFC: El razonamiento geográfico debe nutrirse de las experiencias de aquellos grupos de ciudadanos que han mostrado resiliencia en su relación con el medio. Resulta que después de cinco décadas de pregonar un desarrollo económico global basado en indicadores tendenciosos como el producto interno bruto (PIB), nos estamos dando cuenta que actividades tales como la megaminería, que aumentan precisamente el PIB, causan un impacto muy fuerte en las comunidades locales. La geografía cultural constituye un enfoque que permite exhibir lo que ocurre a escala local, que es la escala en la que realmente vivimos. En esa escala nos damos cuenta de que la minera sustrajo el agua y contaminó el suelo y que sin agua y sin suelo no se puede sembrar. Es en la escala local donde está puesta la mesa del comedor de las familias. En cambio, los escritorios de los inversores y sus pantallas no miran el entorno ni los resultados de sus operaciones; miran los rendimientos en el mercado global que es abstracto y distante. Termino diciendo que entre los estudiantes de geografía existe mucha curiosidad por entender cómo algunos de los grupos originarios de nuestro país han logrado sobrevivir siendo sustentables y manejando su entorno. Se nota que esos alumnos ya están adquiriendo un razonamiento geográfico.

UI: Por último, ¿qué significa para ti ser docente en la FFyL?
FFC: Los martes y los jueves son mis días favoritos. Preparo con detalle las láminas sobre las que habré de discutir con las y los estudiantes. Expongo algunos temas como si estuviera dictando cátedra, pero rápidamente una alumna o un alumno me ponen en mi lugar. Salgo de clases renovado, hasta cierto punto rejuvenecido. También doy clases de geografía en la Escuela Nacional de Ciencias de la Tierra y la combinación entre ambas es absolutamente reconfortante. Me esfuerzo en planear actividades conjuntas entre ambas entidades académicas y estoy convencido de la alta calidad del estudiantado de la UNAM. He sido profesor invitado por periodos largos en universidades de Canadá, Francia y Reino Unido. En ninguno de los tres países he encontrado estudiantes como los nuestros: por su sentido de solidaridad, por su capacidad de trabajo, por su escepticismo político y por su alegría contagiosa.
Federico Fernández Christlieb es geógrafo por la UNAM, donde también realizó la maestría en historia. Obtuvo la maestría y el doctorado en geografía y ordenamiento territorial en la Université de Paris-Sorbonne. Ha sido titular de la Dirección General de Cooperación e Internacionalización (DGECI) y del Centro de Estudios Mexicanos en París de la UNAM. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores.

Pamela Suárez es coordinadora de Gestión en la DGECI e integrante del equipo editorial de UNAM Internacional.