Encuadre
31 de marzo de 2025
E) Grandes colaboraciones. Astronomía: un esfuerzo colectivo
Por: Omaira González Martín
La ciencia es la respuesta que ha dado la humanidad a su inquietud por conocer de dónde venimos y a dónde vamos. Todas las culturas han desarrollado teorías acerca del origen del Universo, de la creación de la Tierra y del origen de la vida misma, para lo que han buscado respuestas en el cielo y las estrellas.
Aunque pudiera parecer que la vida de la comunidad astronómica fuese pura contemplación del cielo y meditación, siempre ha exigido rigor y largas jornadas de trabajo. Hace unos dos mil doscientos años, el griego Hipparcos ideó una forma de entender el movimiento de las estrellas gracias a la creación del catálogo estelar más antiguo que se conoce, donde se documentaron posiciones de unas ochocientas estrellas. Aunque no se conoce exactamente cómo se medían las estrellas en ese catálogo, es posible que se utilizara una esfera armilar que es un dispositivo mecánico con anillos giratorios que representan las diferentes partes de la esfera celeste. Este trabajo no se habría concluido sin su tenacidad y rigurosidad.
En el siglo XVI, las observaciones del cielo que recopiló Copérnico permitieron establecer que la Tierra gira en torno del Sol, lo que se considera como una de las grandes revoluciones científicas de la historia. El modelo había sido formulado dieciocho siglos antes por Aristarco de Samos, pero fue el trabajo de Copérnico el que consiguió demostrarlo gracias a unas sesenta observaciones registradas —el trabajo de toda una vida— cuyo resultado fue publicado en 1543, poco antes de su muerte.
Conforme el saber avanzó, fue evidente que eran necesarios esfuerzos conjuntos, no sólo para realizar las observaciones sino para procesar y entender sus resultados. Así, por ejemplo, entre 1885 y 1927, el Observatorio del Harvard College empleó a cerca de ochenta mujeres para estudiar fotografías en vidrio de las estrellas; las célebres mujeres “computadoras”. Entre ellas destacan Williamina Fleming, Annie Jump Cannon, Henrietta Swan Leavitt y Antonia Maury, quienes descubrieron galaxias y nebulosas y crearon métodos para medir distancias en el espacio.
México también participó en grandes colaboraciones en esa misma época. Desde 1887 hasta 1947, el proyecto de la Carta del Cielo fue la línea de investigación principal del Observatorio Astronómico Nacional. Este proyecto internacional tenía el propósito de hacer el catálogo más profundo de todo el cielo hasta esa fecha, objetivo que requería la colaboración de observatorios situados en distintos lugares del planeta para observar adecuadamente toda la esfera celeste. Hasta dieciocho observatorios de once países participaron en el programa, almacenando decenas de miles de placas fotográficas del cielo. Entre otros, este proyecto fue semilla de la conocida como Unión Astronómica Internacional (UAI), que es en la actualidad la mayor agrupación de profesionales de la astronomía y el órgano que establece los nombres de planetas y otros astros, así como el foro de discusión último de los estándares en astronomía. La UAI decretó en su reunión de 2006 degradar a Plutón a planeta enano tras una votación a mano alzada. En el debate se presentaron las dos posturas: hubo un defensor y un detractor de la calidad de planeta de Plutón. Como anécdota para los anales de la historia, la persona que defendía a Plutón mostraba orgullosamente un peluche de Pluto, el perro de Mickey Mouse, que alzaba mientras compartía sus argumentos. A pesar de este guiño, que obtuvo la simpatía de los miembros de la UAI, se concluyó que un planeta debe tener una órbita alrededor del Sol que esté limpia de otros objetos, y ese no es el caso de Plutón. Se concluía así un debate que comenzó al encontrar otros “planetas” similares a Plutón que hubiese sido necesario incluir como planetas del Sistema Solar si seguíamos considerando a Plutón como tal.
La astronomía es una de las primeras ciencias practicadas por la humanidad, y una de las pocas que cuentan con grupos de aficionados organizados en todo el mundo sin preparación académica. Las aportaciones de estos colectivos son incontables [ver recuadro]. Como ejemplo, el proyecto Galaxy Zoo —gente común que ayuda a la comunidad científica a clasificar galaxias registradas por distintos telescopios—ha contado con la participación de más de cien mil personas que han realizado casi un millón de clasificaciones de galaxias por su forma, haciendo, de paso, descubrimientos espectaculares.
La comunidad astronómica es en la actualidad, posiblemente, la más internacional y organizada en las áreas de la ciencia. Nos organizamos en colaboraciones con el objetivo de crear nuevas infraestructuras; compartimos estas infraestructuras para hacer nuevos catastros y efectuar una explotación científica eficiente de las observaciones para contribuir de la mejor manera posible al avance del conocimiento. Es de resaltar que la astronomía es pionera en el almacenamiento masivo de datos en grandes bases para que la comunidad astronómica internacional pueda explotarlos para múltiples estudios científicos, más allá de los propuestos en su observación inicial, y esto hace que la astronomía sea también un área del saber al alcance de colectivos con menos recursos, lo que contribuye a la formación de comunidades desfavorecidas.
Astronomía popular
A fines del siglo XX, cuando el acceso telefónico a internet empezaba a extenderse, muchas personas pioneras de la navegación virtual participaron de un extraño proyecto de búsqueda de inteligencia en el espacio: SETI@home. SETI son las siglas en inglés para “búsqueda de inteligencia extraterrestre” y el proyecto, cuyo nombre se leería como “SETI en casa” conectaba computadoras de internautas en gtodo el mundo a un servidor desde el que se organizaba la participación de cada computadora individual en el análisis de grandes cantidades de información cósmica captada por radiotelescopios.
Funcionaba así: descargabas un programa gratuito (entonces aún no se llamaban “aplicaciones”) de la página en internet del proyecto, basado en la Universidad de California en Berkeley, lo instalabas en tu PC que debía tener conexión dedicada a internet y listo. El programa se activaba en lugar de un protector de pantalla cualquiera cuando no estabas utilizando la máquina y se ponía a descargar grupos de datos de los radiotelescopios para procesarlos utilizando el CPU de tu computadora en conexión con una red internacional, a la que devolvía la información procesada.
SETI@home se sumaba a otros proyectos de computación distribuida para la investigación astronómica —otros proyectos de ciencia colectiva que siguen en acción— como Einstein@home de la Sociedad Max Planck, que busca ondas gravitacionales en estrellas de neutrones y MilkyWay@home, de la Universidad de California-Berkeley, con el que se producen simulaciones en tres dimensiones de flujos de estrellas en una galaxia. Como subproducto, se espera de MilkyWay@home que ayude a programar algoritmos útiles en computación distribuida.
Hoy en día existen cerca de cincuenta proyectos activos de ciencia colectiva basados en computación distribuida, de los cuales más del diez por ciento se relacionan directamente con la astronomía y la astrofísica. Se suman a cerca de cien proyectos concluidos, de los que un porcentaje similar abordó temas relacionados con la astronomía. SETI@home se encuentra entre los concluidos (sin haber hallado inteligencia extraterrestre), mientras que Einstein@home y MilkyWay@home siguen en acción. Hay que destacar que la gran mayoría de estos proyectos utiliza la plataforma BOINC (Berkeley Open Infrastructure for Network Computing) desarrollada para estos fines por la Universidad de California en Berkeley y puesta a disposición de la comunidad de manera libre y abierta (ver la lista de proyectos de ciencia colectiva en Wikipedia, https://en.wikipedia.org/wiki/List_of_volunteer_computing_projects#).
Omaira González Martín estudió física en la Universidad de la Laguna, España y obtuvo el doctorado en el Instituto de Astrofísica de Andalucía y la Universidad de Granada. Ha realizado estancias posdoctorales en la Universidad de Leicester, la Universidad de Creta y el Instituto de Astrofísica de Canarias. Es investigadora de la UNAM desde 2014. Sus investigaciones se enfocan en núcleos activos de galaxias, para lo que utiliza técnicas estadísticas avanzadas aplicadas a grandes colecciones de observaciones. En 2021 recibió el reconocimiento Distinción Universidad Nacional para Jóvenes Académicas en el área de ciencias exactas.