31 de julio de 2024

2- Editorial. Miradas críticas sobre las movilidades humanas

Por: Luciana Gandini
El equipo y el comité editoriales de UNAM Internacional se propusieron dedicar este séptimo número de la revista a las movilidades humanas y gentilmente me sumaron como editora invitada. Un tema que ha sido tan presente en la historia mexicana y que lo continúa siendo.

Con mucha frecuencia se dice que las migraciones son diversas, complejas, múltiples, cambiantes. Sin embargo, a la hora de abordarlos no resulta fácil aprehender eventos de esta naturaleza. Este número de UNAM Internacional, entre otras virtudes, ofrece la oportunidad de apreciar muchas de las tantas aristas que asumen las movilidades humanas en la actualidad: un tema tan presente en la historia de México hasta la actualidad.

¿Quiénes migran y por qué lo hacen? Son preguntas que se responden con holgura en estas páginas. Muchas personas lo hacen para mejorar sus condiciones económicas y de vida, una expresión que es quizá la que más conocemos. Algunas rutas tradicionales continúan vigentes aunque con nuevas características, como lo explica Guillermo Castillo Ramírez en el caso de los corredores migratorios de Centroamérica a México (p. 220). Pero hay otros perfiles de personas que migran que en ocasiones no tenemos tan presentes. Tal es el caso de los profesionistas que, aunque solemos pensar que son migraciones privilegiadas, en algunos casos también enfrentan dificultades, un tema que aborda Camelia Tigau (p. 60) y que ejemplifica con su propia trayectoria Juan de Pablo (p. 340).

Expresiones más recientes de las movilidades son aquellas vinculadas con situaciones de violencias de diversa índole, entre las que se encuentra la gobernanza criminal de muchos territorios, por ejemplo. Otros impulsores son la implementación de megaproyectos de desarrollo o de extractivismo agrícola que expulsan a las personas de sus tierras, como lo muestra Delphine Prunier (p. 328). Un tema global que se presenta también en México —como en el caso de la comunidad de El Bosque, Tabasco—, es el de desplazamientos provocados por los efectos del cambio climático, tema que abordan Clara Bermúdez-Tamayo, Belén González-Fonseca y Carlos Adrián Vargas Campos (p. 232).

Entre los cambios en los patrones y en las dinámicas de la migración se encuentran los perfiles demográficos de quienes participan en ella. Lejos de ser hoy movimientos poblacionales predominantemente masculinos, hay una presencia importante de infancias, juventudes y mujeres. Los trabajos de Eréndira Serrano (p. 36), Erika Erderly y Elise Russo (p. 210), y Juan Carlos Narváez (p. 44), así como la entrevista a Alethia Fernández de la Reguera (p. 148) visibilizan a estas personas que no habían desempeñado un papel tan protagónico como el que han tenido en los últimos años.

Nuestra casa de estudios ha abordado el tema migratorio desde hace tiempo en investigaciones de muchas entidades académicas y especialmente a partir del trabajo que realizan aquellas que se encuentran cerca de las fronteras. El abordaje sociojurídico de las dinámicas fronterizas de la Estación Noroeste de Investigación y Docencia (ENID) del Instituto de Investigaciones Jurídicas, situada en Tijuana, es presentado por Mauricio Padrón Innamorato (p. 250). Asimismo, se describe la labor de las sedes de la UNAM en el extranjero: Jorge Madrazo comparte la loable labor de la UNAM en apoyo a la diáspora mexicana en Estados Unidos (p. 256).

También se han creado espacios académicos específicos vinculados con el tema migratorio. La entrevista a Mario Luis Fuentes nos permite conocer el proyecto “La UNAM en las fronteras”, que tiene como propósito visibilizar el enorme trabajo que hace nuestra universidad en el tema migratorio (p. 132). Mariana Aparicio aborda el trabajo de formación profesional que realiza el Observatorio de la Relación Binacional México-Estados Unidos (ORBEM), en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (p. 244), y Marisol Franco Díaz da cuenta del trabajo de investigación, docencia, divulgación e incidencia que lleva a cabo el Seminario Universitario de Estudios sobre Desplazamiento Interno, Migración, Exilio y Repatriación (SUDIMER), que cuenta con la participación de más de sesenta entidades académicas de la UNAM (p. 300 e infografía en la p. 304).

Los abordajes de las migraciones en la UNAM se llevan a cabo desde las humanidades, las ciencias y la cultura. Una diversidad de expresiones artísticas permite acercarnos a ellas, conocerlas, sentirlas, escucharlas, conmovernos y acongojarnos. Graciela Martínez-Zalce reseña cinco producciones cinematográficas (p. 108), entre ellas las de Aaraón Díaz Mendiburo, quien también nos cuenta su proceso hacia la labor documental como cineasta (p. 122). Alejandro Mosqueda y Camelia Tigau proponen un acercamiento desde la obra del poeta José Olivarez (p. 182) y Alberto Foncerrada reseña la experiencia del trabajo conjunto entre la UNAM Chicago y la Dirección de Literatura y Fomento a la Lectura (DLFL) para abordar las migraciones desde un enfoque literario (p. 284).

La sección Enfoque (p. 362) ofrece un vasto panorama de las desbordantes manifestaciones artísticas (cine, música, danza, teatro, performance, instalación y artes visuales) que desde la universidad se relacionan con las movilidades de las personas.

El trabajo académico sobre movilidades no se agota en su estricto ámbito de competencia. En la actualidad se reconoce que la gobernanza migratoria pragmática implica la participación de una diversidad de actores que trabajan en diversas redes y alianzas. Este número también da cuenta del incansable trabajo que hacen diversos actores gubernamentales y no gubernamentales por las personas en movilidad y de las alianzas de la academia con muchos de ellos. En ese sentido, Gastón Ernesto Passi Livacic reflexiona sobre la necesidad de superar el monopolio del Estado en la gestión migratorias y narra la experiencia del caso de Sello Migrante, una estrategia innovadora de gestión pública migratoria interinstitucional implementada en Chile (p. 88). Gerardo Talavera Cervantes muestra la incansable labor del Programa Casa Refugiados, con la que, además, la UNAM ha colaborado por medio de diversas alianzas. Y Rafael Barceló Durazo, cónsul de México en Tucsón, da cuenta de la encomiable labor de búsqueda, rescate e identificación forense de personas migrantes extraviadas en la frontera de Arizona, gracias a la labor conjunta de la academia con el sector público y social (p. 74).

La iniciativa en salud mental en Ventanillas de Salud y Unidades Móviles es una estrategia gubernamental mexicana instrumentada a través de la red consular. Silvia Morales Chainé, Isaura Angélica Lira Chávez, Alejandra López Montoya y María Gudelia Rangel Gómez comparten la experiencia y los resultados de la participación de la UNAM en el programa, permitiendo mejorar la capacidad técnica del personal y ayudar a quienes padecen problemas en el ámbito de la salud mental (p. 262).

La sección Experiencias se nutre de diversos aportes y da cuenta de cómo la comunidad universitaria en su conjunto se vincula con el tema migratorio de múltiples formas. Bruno Miranda ejemplifica de qué manera puede construirse conocimiento a partir del trabajo en conjunto con estudiantes de licenciatura y posgrado que, gracias al Programa de Apoyo a Proyectos de Investigación e Innovación Tecnológica de la UNAM (PAPIIT), realizaron trabajo etnográfico en las fronteras.

Una manera de experimentar lo que significa migrar, conocer nuevas culturas y adaptarse a ellas se vive en los programas de intercambio estudiantil que promueve la UNAM. Los testimonios de estudiantes en movilidad dan vida al número demostrando cómo la migración puede convertirse en una bisagra en la vida de las personas. Los relatos de quienes han salido del país —Edgar Alcántara Guerrero (p. 346), Karla Patricia Vargas Cruz (p. 350) y María Fernanda Cisneros (p. 356)—, así como de quienes han venido a la UNAM —entrevista a Zhang Yibo (p. 194)—, ejemplifican lo poderosa que puede ser tal experiencia hasta el punto de “cambiar la vida” de las personas.

No cabe duda de que este número de UNAM Internacional da una amplia pincelada sobre los abordajes, las perspectivas y las disciplinas desde donde miramos las migraciones en la UNAM. Esta situación me conmueve por ser una estudiosa del tema y por ser una convencida y orgullosa universitaria. Pero también por ser, yo misma, migrante. Nací en Argentina y el próximo año habré vivido la mitad de mi vida en México. Me resulta verdaderamente imposible no sentirme mexicana, sin importar si he obtenido la naturalización formalmente o no, si sigo pronunciando la ye muy fuerte y más allá de que tome mates indefectiblemente todas las mañanas. Con el tiempo, los gustos, las costumbres, los modos, las preferencias se van fusionando: aunque era una defensora incansable del Malbec, hoy me resulta muy difícil escoger cuál tomar si también me ofrecen un blend del Valle de Guadalupe.

Ser migrante te coloca en una situación paradójica. ¿Quién eres, de dónde eres, cómo te sientes, cómo te identificas? Y ¿cómo te ven los demás? Cuando voy a Argentina de visita me dicen que hablo mexicano, pero de inmediato que subo a un taxi en México afirman con convicción: “Usted no es de aquí”. Y siempre pienso: no nací acá, pero soy de acá. Me siento de acá. Un país y una sociedad que te cobijan se convierten inevitablemente en los tuyos.

He sido sumamente privilegiada en la manera en que migré y con la cantidad de personas mexicanas maravillosas con las que me he encontrado a lo largo de estos años. Aunque muchas personas migramos, las condiciones en las que lo hacemos son infinitamente diferentes. Es un hecho que las desigualdades que nos atraviesan, en especial la raza y la nacionalidad, constituyen fronteras invisibles como apunta Cristina Oehmichen, que pueden ser tanto o más poderosas que las fronteras geográficas.

México y sus habitantes han sido históricamente generosos en el recibimiento de personas extranjeras que han venido por diferentes motivos y en diferentes épocas a este país. Muchas de estas personas residen aquí de manera permanente, otras han obtenido protección internacional mediante la condición de refugiadas y otras han adquirido la nacionalidad mexicana. Daniela Gleizer nos comparte también en este número diversas curiosidades con las que se ha encontrado en el archivo histórico de la Secretaría de Relaciones Exteriores en relación con personas que querían saber cuál era su nacionalidad, en virtud de las cambiantes disposiciones por las que las personas extranjeras —e incluso personas mexicanas que emigraban— perdían la nacionalidad mexicana o no accedían a ella. La lectura de su artículo me recordó la campaña denominada #LaNacionalidadNoSeVe, impulsada por el Instituto para las Mujeres en la Migración (Imumi) con el propósito de visibilizar las violaciones a los derechos humanos por discriminación racial en México, en particular con relación al rechazo contra personas de piel oscura. La campaña mostró no sólo cómo los prejuicios raciales crean discriminación generalizada, violencia racial y un menor acceso a los servicios y derechos para las personas migrantes y solicitantes de asilo, sino que también alcanzan a personas que no son extranjeras. La población mexicana es diversa, por lo que no hay una forma de ser o parecer mexicana. Es imprescindible erradicar los prejuicios y la discriminación por apariencia. Algunas frases de la campaña fueron: “¡Alto! soy mexicana y soy indígena”, “¡Alto! soy mexicana y afrodescendiente”, “¡Alto! soy mexicana y no me sé el himno nacional”.

Hoy en día es muy común que escuchemos distintos acentos en las calles de diversas localidades de México, que veamos distintos colores de piel y fisonomías. Démonos la oportunidad de conocer. Ojalá que todas las personas tengamos la sabiduría de ser abiertas y empáticas con “las otras”. De dejarnos sorprender por aquello que no nos resulta familiar y de eliminar cualquier sospecha que lo desconocido nos puede generar. Aprendamos de Las Patronas, en este número representadas a través de la entrevista a Norma Romero Vásquez (p. 164), que, aunque inicialmente sorprendidas por esos que iban en el tren, a quienes algunos llamaban “ilegales”, sabiamente se dieron cuenta de que se trataba, ni más ni menos, de personas.
Luciana Gandini
Editora invitada
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