Entrevista   
31 de marzo de 2023

Español en el extremo norte. La hispanidad en la academia canadiense. Entrevista con Mónica Soto, Ana García-Allén y María Carbonetti

Por: Irina Goundareva y Érica Aline Meza Corona
Irina Goundareva: ¿Podrían presentarnos el panorama del español en las universidades de Quebec, Ontario y British Columbia?
Mónica Soto:
Según el informe El español: una lengua viva, del Instituto Cervantes (2021), Canadá cuenta con cuatrocientas mil personas que dominan el español como nativas y casi trescientas mil que poseen una competencia limitada. En porcentaje de número de aprendices, Canadá figura en el quinto lugar. En la provincia de Quebec el español está presente en los cuatro ciclos de enseñanza (primario, secundario, preuniversitario y universitario), después de las lenguas nacionales, inglés y francés.

Según estudios realizados por la Universidad de Montreal, entre 1900 y 2000 el aprendizaje del español creció un trescientos por ciento por distintos motivos; entre otros, el programa provincial de enseñanza del español como tercera lengua, por el cual el núcleo de estudiantes llegó a casi ciento cincuenta mil. Según el mismo estudio, entre los principales motivos para aprender español sigue estando en primer lugar la movilidad, luego el interés cultural y el trabajo y en tercer lugar las relaciones personales y familiares. Se enseña español en quince de las dieciocho universidades de Quebec, pero solo una tiene un programa de didáctica del español, mientras que tres ofrecen estudios literarios e incluyen cursos de didáctica para promocionar una salida laboral a los estudiantes. Como se puede constatar, no contamos con un número importante de centros universitarios que formen profesores de español. 

En cuanto al programa de mi universidad, la Universidad de Quebec en Montreal, los cursos de español se concentran en un certificado online de treinta créditos y un major de sesenta. Si se conjugan estos programas y se completan noventa créditos, se llega a un programa universitario de primer ciclo. Registramos poco más de mil cien inscripciones en los cursos de español, repartidas desde el nivel A1 hasta el C1, y tenemos dos perfiles diferentes: los de lengua, que abordan fonética, gramática, redacción y comprensión oral, y los de contenido y cultura, como los de Español y Turismo y Español y Medios de Comunicación, cursos exclusivos en nuestra universidad. También tenemos cursos de historia, cine y cultura. Entre las actividades principales en estos programas está la semana hispana, que aborda problemáticas lingüísticas, sociales, políticas, económicas y culturales, en las que colaboran investigadores locales y extranjeros; asimismo, tenemos una escuela de verano en Bogotá y cuatro conferencias anuales sobre diferentes temáticas propias del mundo hispanohablante.

Ana García-Allén: En las escuelas primarias de Ontario no hay enseñanza del español; en cambio, en las secundarias, a partir de noveno grado, el español es la única lengua que se enseña además del francés. En cuanto al nivel universitario, en casi todas las universidades de Ontario se enseñan diferentes lenguas, pero la mayoría de estudiantes elije el español.

En la Universidad de Western Ontario tenemos el programa de estudios a nivel undergraduate (licenciatura), maestría y doctorado. En el undergrad, alrededor de treinta y cinco estudiantes completan su minor en español cada año, y en el major, aproximadamente cuarenta se gradúan al año. También pueden hacer un Honors Specialization en español, que en promedio tiene tres estudiantes. Para atraer más, hace diez años creamos un certificado en español debajo del minor y en el cual tenemos una media de veinte estudiantes. En general no llegamos a cien estudiantes al año que cursen nuestros programas, aunque nos estamos acercando a esa cifra. En cuanto a los programas para graduados, ofrecemos una maestría en español y el número de inscritos por año varía entre diez y quince, mientras que los de doctorado han disminuido bastante en los últimos años principalmente porque hemos perdido profesores de español. Actualmente sólo tenemos veintiocho estudiantes de doctorado. En los cursos de español de primer año hay cuatrocientos cincuenta inscritos; en segundo nivel ciento veinticinco y en tercero, entre cincuenta y sesenta.

María Carbonetti: De acuerdo con el último censo, en la provincia de British Columbia hay cuarenta mil personas hispanoparlantes. En cuanto a la enseñanza del español, es escasa en el nivel inicial; en el secundario, después del francés el español es la lengua de mayor interés en todas las escuelas privadas y públicas, pero en general faltan maestros. En cuanto a la Universidad de British Columbia, el panorama es particular en el sentido de que hay mucho interés por la lengua, pero no para realizar maestrías y doctorados. Los estudiantes toman español principalmente por el tema del trabajo en los Estados Unidos. Del mismo modo, gran parte de la enseñanza del programa tiene que ver con el servicio para otras facultades, como negocios, medicina, minería, ingeniería y forestería. De manera que el volumen grande, de más de dos mil alumnos por año, está distribuido en cursos de primero a cuarto año y hay de dos tipos: de lengua (primero a cuarto grados), donde entra traducción y español para negocios, y los de contenido cultural relacionados con la literatura, el cine, etcétera. Los más populares son los de lengua.

Lo más complicado en nuestra provincia es conseguir estudiantes de maestría y doctorado, que han disminuido por falta de competitividad de los paquetes que se les ofrecen. La realidad es que falta trabajo en las universidades; esto es un tema muy importante. Ahora hay un gran impulso en el departamento para promocionar todo lo que tenga que ver con el aprendizaje a través de servicio a la comunidad (Community Engagement) y también para ofrecerles a los estudiantes otro tipo de opciones vinculadas con la lengua española que les signifiquen distintas oportunidades.

IG: Abordemos el tema del español en la comunidad canadiense, en particular, el Community Engagement en UBC y en la Universidad de Western Ontario…  
MC: Yo dirijo una iniciativa de Community Engagement que aloja distintos tipos de proyectos. Spanish for Community (2011-2021) maneja proyectos curriculares y cocurriculares; trabajamos con organizaciones comunitarias en la región de Metro Vancouver [una federación de autoridades locales] y también con algunas en América Latina. Hasta ahora han participado más de seiscientos estudiantes de nivel intermedio a avanzado. Una característica de esta iniciativa es que todos los proyectos se realizan desde el salón de clase, en el sentido de que no viajamos. Hacemos trabajo de salud pública mediante traducción y concientización, sirviendo a las comunidades inmigrantes, a refugiados, a gente que está buscando asilo en Canadá, a distintos objetivos económicos, personas con dificultades, etcétera. También apoyamos en proyectos de diálogo e intergeneracionales.

Este tipo de proyectos los llevan a cabo estudiantes voluntarios avanzados de nuestro departamento y también estudiantes hispanoparlantes de otros departamentos de la UBC. Algunos duran varios años; otros son mucho más acotados, pero lo importante es que han despertado mucho interés en el estudiantado que quiere poner en práctica sus habilidades y también les ayuda a crear su propio currículum, de manera que la respuesta que tenemos es muy favorable. Nuestras organizaciones comunitarias, tanto aquí como en el exterior —Perú, Colombia, Guatemala y otros países de América Central—, son muy valiosas gracias a sus servicios de traducción en general y clases de inglés. Hemos podido continuar durante la pandemia porque ya teníamos experiencia trabajando a distancia. Spanish for Communnity ha sido premiado recientemente por Publishing Humanities con el premio Humanity Engagement Award, que tiene que ver con las metas de la universidad en cuanto a la vinculación con las comunidades.

En cuanto ven que se pueden comunicar con la comunidad, las y los estudiantes crean lazos que duran aún después del curso

AG: Tenemos Community Engagement desde 2009 en persona; aunque no pudimos seguir por la COVID-19, este año (2022) retomamos. El proyecto forma parte de los cursos de lengua intermedios o avanzados y lo hacemos también ahora en la opción internacional del primer año; los estudiantes se matriculan en el curso de lengua. Hemos trabajado con muchas organizaciones, dependiendo de lo que cada comunidad requiere cada año. Todos los años trabajamos con el Irvine Cross-Cultural Center, un centro de ayuda a recién llegados o newcomers; también trabajamos con la YMCA, con un programa que tiene para jóvenes que acaban de llegar de algún país hispánico, por el que nuestros estudiantes son sus mentores y les ayudan con la transición a la universidad. Hemos trabajado también con la biblioteca pública de la ciudad y con un programa que se llama Lazos del Corazón, que ayuda al desarrollo de comunidades en el norte de Perú. Igualmente trabajamos con revistas y periódicos latinos aquí en la comunidad, así como con una radio latina, con un programa con mucho éxito, pues a las y los estudiantes les encanta hablar en la radio, participar y elegir las canciones; aprenden muchísimo. También hemos trabajado con el centro Merrymount, que ofrece programas gratuitos para familias desfavorecidas. Con la organización Brain Library creamos un libro para niños y niñas sobre prevención de la diabetes; nuestra primera joyita, elaborado totalmente por nuestros estudiantes, quienes escogieron protagonista, ilustraciones y texto. También trabajamos con la comunidad de personas adultas mayores con grupos de conversación en los que nos reunimos para platicar, jugar y compartir la tarde con ellos. También creamos Translating the Canadian Kitchen [Traducir la cocina canadiense] junto con la ciudad de London, con la que hacemos estos programas, e invertimos el dinero en comida con el fin de que todas las semanas cocinemos con las niñas y niños, actividad de la que surgió un libro de recetas. En cuanto al nivel internacional, hemos ido a República Dominicana y ya hace ocho años que vamos a Cuba durante la semana de lectura (en febrero). Ahí trabajamos en una granja donde la gente explica a los estudiantes qué hace y por qué. Después vamos un día y medio a una escuela para niños con discapacidad auditiva y visual, una experiencia impresionante, y a una residencia para personas adultas mayores a quienes ayudamos con temas de pintura o limpieza, después jugamos dominó y casi siempre bailamos. Estos son los programas que atraen a los estudiantes: en cuanto ven que se pueden comunicar con la comunidad, crean lazos que duran aún después del curso.

MS: En mi programa, lamentablemente, no tenemos actividades comunitarias; por lo que voy a hablar de la situación de los latinoamericanos en Quebec. Según información del sociólogo Victor Harmoni, de los sitios en internet de los gobiernos provincial y federal, y del citado informe El español: una lengua viva, alrededor de ciento cuarenta y cuatro mil personas provenientes de América Latina residen en Quebec, lo que representa el veintisiete  por ciento de latinoamericanos de todo Canadá. Entonces, uno de cada siete habitantes es de origen latinoamericano, el segundo grupo etnolingüístico después de los magrebíes. La primera ola de latinoamericanos llegó a Quebec durante los años más cruentos de las dictaduras militares de las décadas de 1970 y 1980, como los chilenos, los salvadoreños y los guatemaltecos. Durante los 90 siguió una ola de inmigrantes económicos que esperaban vivir con bienestar y que salieron de sus países en grandes periodos de ajustes neoliberales, principalmente de Argentina, Brasil, Colombia y Perú. La tercera ola, en la década de 2000, está compuesta por los inmigrantes socioculturales que vienen para mejorar sus vidas, poseer un buen nivel de educación, incorporarse a redes y, si no lo consiguen, intentan suerte en un nuevo destino. Ya no existen los inmigrantes latinoamericanos que se iban de su país para quedarse definitivamente en otro. En 2017 la proporción de inmigrantes argentinos, chilenos, peruanos y uruguayos estaba disminuyendo mientras que aumentaba la de colombianos, mexicanos, brasileños y venezolanos. Actualmente el grupo mayoritario está compuesto por los colombianos.

IG: Finalmente ¿podrían comentar sobre los retos y oportunidades de la enseñanza en línea a raíz de la pandemia?
AG: Antes de la pandemia nosotros ya dábamos un curso en línea que se llenaba de estudiantes, pero en el que, personalmente, creo que no aprenden ni avanzan. Cuando todos nos tuvimos que ir a la enseñanza online, dábamos los cursos de manera sincrónica. El primer año funcionó bastante bien, aunque nos dimos cuenta de que la parte de la evaluación era muy diferente; hay más tentaciones —creo que es algo general— de utilizar recursos. Lo que hacemos ahora es una evaluación entre compañeros: primero trabaja uno con la ayuda de otro estudiante, se evalúan mutuamente y después viene ya la evaluación de la profesora, pero sin prohibirles el uso de recursos que están disponibles para todos. Cada vez hay menos exámenes y muchos más trabajos en los que ellos tienen que mostrar sus habilidades comunicativas. Por ejemplo, los estudiantes que trabajan con la comunidad, a final de año presentan un póster a toda la universidad, preparan un pequeño video y exponemos esto durante una tarde para que venga gente de otros proyectos, universidades, programas, y los estudiantes les expliquen qué han hecho durante este año. Es decir, comunicar de manera escrita y oral su trabajo. Para mí, esto es lo que al final queremos que todos hagan.

Durante el primer año de la pandemia nosotros dábamos clase sincrónica online y, en mi caso, casi todos prendían la cámara, pero en los cursos que tenía que supervisar, los profesores daban clase a una pantalla negra y es impresionante estar hablando durante casi dos horas a pantallas en negro donde hay reacción en el chat, pero no es lo mismo.  Me parece que hemos perdido el miedo a hablar, ese miedo inicial creo que ya todos lo hemos superado aunque, desde mi punto de vista, no se aprende una lengua de la misma manera en línea que en persona, a no ser que tengas estudiantes muy motivados.

MC: Con respecto a la integridad académica, este tema de la enseñanza online nos ha replanteado muchísimo la evaluación: ¿cuál es su sentido y por qué? Por nuestra parte hemos incorporado la cuestión de las herramientas en línea para que ellos las usen y a su vez revelen cuál es el proceso de construcción y edición de un texto. Particularmente en tercer y cuarto año, que puedan hacer la propia reflexión en este proceso de manejarse entre dos lenguas, con un montón de herramientas, ha terminado siendo muy benéfico y nos ha hecho cambiar unas prácticas que dábamos por sentadas. Siento que es la forma correcta de evaluar, pero la universidad sigue pidiendo exámenes que no necesariamente son adecuados.

Esto, enganchado con la salud mental, ha implicado un montón de modificaciones y muchísimo trabajo docente concentrado en poco tiempo, lo que ha revelado un gran impacto a nivel de números en la universidad en el uso de servicios de consejería y en licencias por estrés por parte de instructores. La cantidad de estudiantes que tenemos en este momento que necesitan cuidados especiales o tienen un diagnóstico de déficit de atención, ansiedad y problemas con el manejo del estrés, es récord, tanto así que solamente en nuestra área de la facultad de artes ha habido más de mil estudiantes con requerimientos especiales, lo cual ha obligado a la universidad a adaptar recursos.

Con respecto a la enseñanza de lenguas, en nuestros cursos el tema de la salud mental terminó siendo incluido de alguna manera en el currículum y en el Community Engagement y tanto estudiantes como instructores lo han agradecido. La lengua, por suerte, es un vehículo de expresión; como un estudiante dijo: “Hay cosas que puedo decir en español que no puedo decir a mi psicólogo en inglés, me siento más libre de decírselas en español”.

El legado de este periodo de pandemia fue muy importante para la creación de herramientas y modalidades pedagógicas. Ahora nos estamos preguntando si vamos a hacer un curso completamente presencial, híbrido, integrado, o si vamos a dar la oportunidad a los estudiantes de elegir cómo lo quieren hacer. Los programas de lengua han adquirido un carácter dinámico y, curiosamente, todo lo que se pensaba fijo y estable, no lo era. Vivimos una perpetua movilidad y no me parece mal. Yo me he replanteado toda la evaluación porque nada de lo que hacía me convencía. Lo que sí es cierto, es que estos años han traído una enorme cantidad de trabajo, pues la cantidad de material que uno prepara es mucho más. En la pantalla tener todo listo y manejar el discurso escrito del estudiante en el chat, más el discurso oral, nos ha dejado cansados. Realmente en ese sentido es muy rico, pero no ha sido nada fácil aun teniendo ya experiencia en esto.

MS: Al cabo de dos años impartí tres modalidades diferentes y eso nunca lo había visto en treinta años de carrera. Todo esto para decirles que estamos en proceso de sacar algunas conclusiones parciales de esta experiencia que estuvimos obligados a atravesar. Sin especificar si se trata de cursos sincrónicos o asincrónicos, de manera general podemos decir que el balance de esta experiencia da como punto positivo la inclusión. No cabe duda de que un estudiante en cualquier estado físico o en cualquier lugar puede seguir un curso en línea. El tiempo también es otro factor positivo, esta modalidad a distancia evita los desplazamientos, lo que se traduce en una economía del tiempo que se puede ocupar para otras actividades. Sin embargo, algunos psicólogos atribuyen la fatiga mental al hecho de que el transporte amortigua de cierta manera el paso de una actividad a otra, limpiando nuestras mentes antes de atacar alguna actividad como el trabajo o el estudio. Otra cosa positiva es la inclusión de formatos y plataformas que han permitido al estudiante apropiarse del contenido de diferentes maneras y a su propio ritmo.

Entre los puntos negativos está la fatiga. Profesores y estudiantes se sienten cansados luego de pasar muchas horas delante de la computadora. Otro punto en el que coincido con Ana es que la experiencia educativa no es la misma en los cursos presenciales y en línea. En un breve sondeo que hicimos en 2020, nuestros estudiantes decían que lo que más extrañaban eran los intercambios entre los compañeros junto a un café y las charlas con los profesores al final de la clase. Nuestro campus está en el centro de Montreal y en algún momento estuvo prácticamente desierto; si esto continúa tenemos que pensar cómo revitalizar ciertos espacios. Y la distracción, sobre todo de los aprendices, parece ser mayor en los cursos en línea que en presencial. En un congreso francófono sobre educación los especialistas se mostraron prudentes y recomendaron los cursos en línea tan solo si hay una garantía de valor agregado; de no ser así, no los recomiendan. También afirman que dar marcha atrás no solamente sería imposible sino contraproducente. En una encuesta salieron datos muy curiosos: ochenta y cuatro  por ciento del personal directivo universitario dice que los estudiantes prefieren los cursos en línea, pero ochenta y seis  por ciento de los estudiantes entrevistados manifiestan reservas en cuanto a la salud mental (específicamente en cuanto al bienestar personal, psicológico y social) y sesenta y dos  por ciento habla de desafíos tecnológicos como contar con una computadora y con una conexión de internet estable.

Creo que es necesario encontrar ciertos compromisos, quizá las modalidades híbridas puedan serlo. Los estudiantes motivados siguen siendo buenos en cualquier modalidad. Pronto tendremos que evaluar si los cursos en línea realmente convienen a todos los tipos de aprendices.
La Mtra. Mónica Soto es profesora de español en la Universidad de Quebec en Montreal.  

La Dra. Ana García-Allén es profesora de español de la Universidad de Western Ontario, London. 

La Dra. María Carbonetti es profesora de la Universidad de British Columbia en Vancouver. 

La Dra. Irina Goundareva es jefa del Departamento de Español en la Sede de la UNAM en Canadá. 

Érica Aline Meza Corona es becaria de prácticas profesionales en el Departamento de Español de la Sede de la UNAM en Canadá.
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