Experiencias
31 de octubre de 2022
Soñador de tiempo completo. Tercer lugar en el concurso de narrativa de la International Week UNAM 2022
Por: Ricardo Lenin Martínez Martínez
Cuando tenía seis años tuve una especie de premonición; le pregunté a Julio César, mi hermano mayor, “¿Qué hay más allá de la carretera?”, y él me respondió: “Yo qué sé. Con suerte, habrá oportunidades”.
Siempre que siento que flaquean mis esfuerzos por encontrar esas oportunidades de las que hablaba mi hermano, recuerdo esta anécdota y me da bríos para seguir adelante. En la ciudad donde nací, Huajuapan de León, Oaxaca, no hay oportunidades para un niño con aspiraciones altas como yo, pero mis deseos de superación hicieron que, contra todo pronóstico, no fuera uno más del montón.
El camino no fue nada fácil. En la etapa en que un niño va a la secundaria, mi suerte era incierta ya que estaba a punto de dejar de estudiar para comenzar a trabajar. La culpable era la pobreza, siempre la pobreza, pues el dinero en casa no alcanzaba.
De día trabajaba de mozo y estudiaba de noche. Había que mantener a ocho hermanos. En la etapa de la preparatoria, mis amigos se iban a bailar o a cantar y yo, estudiando en casa. Mis hermanos se fueron de ilegales a Estados Unidos, y yo, estudiando en casa… Por mi hambre de conocimiento y también de salir adelante, devoré libros. Así aprendí geografía, historia, filosofía, literatura, español; mis materias favoritas. Tuve la inquietud de conocer la cultura, la comida, el entretenimiento de países como España, Colombia, Argentina y otros y, sobre todo, comencé a soñar que tal vez algún día podía estudiar en cualquiera de esos países. Es en estos momentos que esa anécdota a la edad de seis años se aviva y me dice con una voz delicada: “Deja de soñar y haz realidad tu oportunidad”. Por eso, después de dos intentos, decidí volver a presentar mi examen para la universidad y como resultado de todo el esfuerzo que había hecho, logré desbloquear el primer escalón de mi objetivo: estudiar en el extranjero.
Pero ustedes se preguntarán ¿por qué esa necedad de estudiar en el extranjero?, ¿qué vas a ganar?, ¿qué tiene el extranjero que no tenga México? Mi respuesta es simple: en primer lugar, para cumplir el sueño de un niño de seis años. En segundo sitio, voy a adquirir experiencias y oportunidades tanto en el ámbito personal como en el académico. Y, por último, para demostrar que un mexicano puede hacer todo lo que se proponga.
Hemos estado cegados todos estos años, desde la Conquista, con el síndrome malinchista, con un complejo de inferioridad ante los extranjeros… Mi intención es revertir esa fórmula. Anhelo llegar al extranjero para vivir en carne propia cómo se es un buen mexicano en tierra ajena.
A los veinte años conocí, en la ciudad de Oaxaca, a un sociólogo español, Fernando Cuevas, que me comentó que amaba ser libre en toda la extensión de la palabra; que había venido al mundo a ser feliz. Me habló de filosofía, de literatura, de poesía. Comenzamos a hablar de Walt Whitman y terminamos con Rabindranath Tagore. Fueron las seis horas más placenteras de mi vida adulta: su exquisitez para hablar; le brillaban los ojos cuando recitaba textos literarios de poetas mexicanos. Me platicó sobre la comida de algunos países que había visitado, sus culturas, sus religiones, sus libros, sus formas de vestir…
¿Por qué esa necedad de estudiar en el extranjero? La respuesta es muy sencilla: primero, para tener una visión global del mundo, para adquirir vocabulario, cultura, anécdotas, y luego, en general, para adquirir nuevos conocimientos y no quedarme en la oscuridad de la ignorancia.
Realmente el choque de culturas es fuerte, pero a la vez enriquecedor. Me imagino conviviendo con personas españolas, argentinas, colombianas y comentándoles que México es algo más que narcotráfico y pobreza. En cierta forma, vamos al extranjero para aprender nuevas formas de vivir, en primer lugar, para uno mismo, sin olvidarnos de que formamos parte de un todo: la sociedad, la familia, la escuela. Así, el beneficio que obtenga al ir a estudiar a una ciudad diferente también se verá reflejado en la sociedad y, por ende, en la familia y en la escuela, ya que estamos ligados de manera permanente, para bien y para mal. Qué mejor que sea para lo primero.
Internacionalizar mis sueños será una experiencia que nunca olvidaré; sería la culminación de esa premonición que tuve a los seis años. En otras palabras, siempre me preguntaré qué hay más allá de la carretera; para ser más claro, tendré esas ganas de salir adelante por sobre todas las cosas.
Me considero buena gente y para nada rencoroso, así que todo lo malo que tuve que pasar para que hoy este en este lugar, en el pasado quedó, y todo lo que pueda aprender en un viaje de estudios en el extranjero, lo pondré en práctica en México y en especial en esa comunidad que me vio nacer, para alimentar los deseos de superación de la niñez venidera; que sepan que los sueños son para cumplirse y que vean en mí un ejemplo palpable.
Reza un dicho muy mexicano que “lo bailado, nadie te lo quita” y eso sucederá con esta experiencia: podrá ser un grato recuerdo que le contaré a mis nietos y bisnietos cada Navidad, cómo fue que logré esa movilidad para estudiar en el extranjero, qué vivencias tuve y, ¿por qué no?, también qué dificultades pasé, porque no todo es color rosa, hay que ser realistas también: hay que hacer sacrificios, se extraña a la familia y a los amigos, se desconoce del idioma, hay miedo a lo desconocido. He de mencionar que varias veces vas a tener ese deseo de dejar todo y salir corriendo. Pero a la hora de la verdad solo el tiempo será tu juez, y en un abrir y cerrar de ojos, esos seis meses o un año de tu estancia educativa pasarán muy rápido, voltearás sonriendo y sabrás que ha valido la pena.
Sería muy iluso de mi parte decir que el camino hacia la internacionalización es llano y sin espinas. No es así; se necesita coraje para avanzar en ese sinuoso andar y yo confío en ustedes, sé que lograrán todo lo que se propongan. Así como yo. Nada es más grande que tus sueños.
Ricardo Lenin Martínez Martínez estudia ciencias políticas y administración pública en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM.
El presente texto obtuvo el tercer premio en el concurso de narrativa convocado por la International Week UNAM 2022, CRAI/DGECI/ CEPE/UNAM-UK.