Encuadre
31 de octubre de 2022
Internacionalización y sostenibilidad. Reflexiones en tiempos pandémicos y pospandémicos
Por: Arturo A. Paredes Rodríguez
La internacionalización de la educación superior es un concepto relativamente nuevo, aunque se ha convertido en una tendencia entre las instituciones de educación superior (IES) no solo de países desarrollados, sino también en países de renta media, como es el caso de México, e incluso en algunas instituciones (principalmente privadas) de países en desarrollo. En el debate público el término se ha convertido en bandera que trae prestigio a las universidades participantes, pero también talentos, ideas nuevas que potencian la innovación, e incluso el desarrollo personal y profesional de quienes participan en programas de internacionalización.
Si bien son muchos los beneficios que la internacionalización de la educación superior genera, en un contexto de crisis climática, en el que debemos replantearnos nuestros estilos de vida y de consumo, se debe pensar en el costo de dicho proceso para el planeta y para nuestras sociedades. La pandemia de COVID-19 que puso en jaque al mundo entero en 2020 evidenció la necesidad de reorientar los planes de internacionalización de las IES en el mundo, en los que la movilidad internacional se vio detenida, mientras la enseñanza se expandía en el mundo online.
2022 es para muchos el año cero de la vuelta a un mundo pospandémico. La fiebre por regresar a los estilos de vida de antes es un sentimiento compartido por muchas personas aquí y allá. Aunque la crisis desatada por la COVID-19 parece estar llegando a su fin, la crisis climática sigue y seguirá condicionando las acciones de la comunidad internacional en el futuro inmediato. Mientras el sistema internacional se reconfigura ante esta problemática y otras tensiones geopolíticas, las IES tendrán que adaptar sus programas de internacionalización en este nuevo mundo.
El objetivo de este artículo es exponer los beneficios y costos de las dos dimensiones de la internacionalización de la educación superior: la movilidad internacional y la internacionalización desde casa, en un contexto de pandemia, pospandemia y crisis climática. En la primera sección explicaré el significado y las dimensiones de la internacionalización; después reflexionaré sobre las lecciones aprendidas en la pandemia y pospandemia referentes a sostenibilidad e internacionalización, y finalmente, abordaré el dilema que dicha internacionalización trae para la sostenibilidad del planeta y de nuestras sociedades.
Internacionalización de la educación superior
La internacionalización de la educación superior es una tendencia que comenzó hace más de treinta años con el lanzamiento del programa Erasmus entre los países que en ese momento formaban parte de la Comunidad Económica Europea, preludio de la Unión Europea (UE). El contexto de la internacionalización y de su posterior éxito se debe a diversos factores. Una mayor liberalización de la economía, acompañada de un clima político más proclive al multilateralismo tras la caída del muro de Berlín en 1989 y la implosión de la Unión Soviética dos años más tarde, propiciaron un incremento en el flujo de bienes, servicios, ideas y personas. Además de esto, el programa Erasmus tenía un objetivo más ambicioso: la promoción del proyecto de integración europea entre los ciudadanos comunitarios. Así, la bandera de la globalización, de la apertura a lo diverso, a conocer el mundo, a los intercambios interculturales, comenzó a mover las mentes y los deseos de, quizás, apenas unos miles de estudiantes de cada vez más países.
Treinta y cinco años después, el número de estudiantes e investigadores participantes, así como las instituciones involucradas han cambiado enormemente; de acuerdo con la Comisión Europea, en 2019 más de trescientos mil estudiantes participaron en algún programa de Erasmus+ (European Commission, 2019). Se estima que en 2018 había unos 5.8 millones de estudiantes internacionales en el mundo, provenientes principalmente de Asia-Pacífico y Oceanía, cuyos principales destinos seguían siendo instituciones en países desarrollados, sobre todo de habla inglesa, además de Alemania, Francia y Rusia (T.I.M.E. Association, 2021). México y otros países latinoamericanos se unieron a estas dinámicas a finales de los noventa. En 2017, casi treinta mil estudiantes mexicanos partieron al extranjero para estudiar o hacer prácticas profesionales, mientras que el país recibió a poco más de veinte mil estudiantes extranjeros (IIE, 2021).
¿Pero, qué es exactamente la internacionalización de la educación superior? Debe entenderse como un proceso, mas no una meta, en el cual se introducen dimensiones interculturales, internacionales y globales en la educación superior, con el fin de mejorar la calidad de la enseñanza y la investigación (De Wit & Altbach, 2021). Dicho proceso se puede dividir en dos dimensiones: la que sucede en el extranjero (frecuentemente llamada movilidad internacional) y la que sucede “en casa”, es decir desde dentro de las universidades participantes.
La movilidad internacional es la cara más visible de los procesos de internacionalización. Es también la aspiración de muchos estudiantes que sueñan con vivir por unos meses en el extranjero. Esta modalidad incluye programas de intercambio, estudiantes tomando programas completos en el extranjero (sobre todo de maestría y doctorado), pasantías y cursos cortos, por ejemplo, de idiomas. La movilidad internacional no solo incluye estudiantes, puesto que las IES también envían y reciben profesores y personal administrativo.
Ahora bien, la internacionalización en casa se refiere a elementos como la homologación y actualización de los programas de estudio, la negociación de convenios entre diversas universidades o la creación de programas de estudio conjuntos. Esta dimensión de la internacionalización tiene al menos tres objetivos: a) hacer a las IES más atractivas y competitivas en el mercado educativo; b) hacer los programas más homologados para el mercado laboral, otorgando a los estudiantes las habilidades necesarias y requeridas para que avancen en sus carreras profesionales; c) brindar otra serie de habilidades enfocadas al desarrollo humano del alumnado, educando para el fortalecimiento de una ciudadanía activa, sensible a la diversidad existente en este mundo globalizado. Este último objetivo se abordará más adelante.
Las dos dimensiones de la internacionalización han estado presentes en los programas de las IES desde al menos los años noventa (ver recuadro en la página siguiente). Mucho se habla de los beneficios que dicha internacionalización trae consigo, pero también es necesario mencionar los costos para la sostenibilidad del planeta y del desarrollo humano de nuestras sociedades. En la siguiente sección me enfocaré en explicar cómo la pandemia causada por la COVID-19, y la actual etapa pospandémica han servido como laboratorio social para profundizar nuestro entendimiento de estas dos dimensiones de la internacionalización y su impacto en la sostenibilidad social y del planeta.
Europa y Erasmus+
El programa Erasmus fue lanzado en 1987 entre los miembros de la Comunidad Económica Europea. Doce años después, en 1999, se concretó el Proceso de Bolonia, enfocado en la homologación de los programas de educación superior en la región. Bolonia sentó las bases para el posterior Espacio Europeo de Educación Superior, en el que participan cuarenta y nueve países de Europa y Asia más la Comisión Europea.
Entre pandemia y pospandemia
Los rumores de una enfermedad desconocida en un país lejano apenas frustraron los planes de viaje de millones de personas en el mundo a finales de 2019. Unos meses después, entre febrero y marzo de 2020, el microscópico enemigo le declaraba la guerra a toda la humanidad, logrando algo nunca antes visto en la historia contemporánea: un coma inducido de la economía internacional, medidas draconianas de confinamiento y rastreo, números dramáticos de muertos, fronteras cerradas.
El descalabro fue mayor para los alumnos en movilidad internacional, así como para las IES receptoras y emisoras. Mientras muchos estudiantes volvieron a sus países de origen, con la decepción de tener que dejar atrás el sueño de vivir una experiencia en el extranjero, muchos otros no tuvieron más opción que quedarse en los países de acogida, con escasos contactos sociales, fuertes medidas de confinamiento y pocas opciones de socializar en persona. A su vez, las IES internacionalizadas se vieron forzadas a gestionar repatriaciones de estudiantes, pausar aplicaciones de alumnos internacionales, ayudar a sus alumnos varados en el extranjero… Todo esto mientras la enseñanza superior migraba del aula física a la virtual. Esto último se antoja menos complicado en perspectiva, pues la disponibilidad de más espacios online llegó para quedarse, pero para las IES y los estudiantes con recursos limitados, este cambio fue más bien tormentoso y dejó nuevas víctimas en el camino: estudiantes que al no tener acceso a una computadora tuvieron que abandonar los estudios.
La pandemia y la inmovilidad de la vida social resultante de los confinamientos también dejaron entrever otros problemas presentes en las ciudades y en la vida cotidiana de millones de estudiantes, no solo internacionales; por ejemplo: los reducidos espacios de las viviendas, el hacinamiento, su escasez, los altos precios, la carencia de servicios, e incluso las tensiones entre cohabitantes o entre inquilinos y caseros, y en casos extremos, un incremento de actitudes xenófobas en los países de acogida. Los efectos en la salud mental de millones de estudiantes internacionales no tardaron en aparecer: problemas de ansiedad, depresión e irritabilidad. ¿Y cómo no? Era natural si nadie sabía cuándo iba a pasar la pandemia, sin tener siquiera la posibilidad de conocer el campus o de ver en persona a los compañeros de clase, ni de esos intercambios culturales que no se aprenden en el aula, sino en la cotidianidad de las sociedades receptoras. La cereza del pastel: la incertidumbre del futuro próximo, de la salud propia y la de los seres queridos que se quedan en el país de origen.
Aun así, la opinión pública se hizo eco de un efecto colateral inmediato “positivo”, resultante de las medidas para hacer frente a la pandemia: la reducción de los gases de efecto invernadero producidos por la actividad humana en 2020. Sin embargo, este descenso es en realidad insignificante; en ese año, la humanidad redujo su emisión de CO2 en apenas 5.15 %, comparado con los valores prepandémicos. El optimismo no duró mucho: en 2021, casi alcanzamos los niveles de CO2 de 2019 (Tiseo, 2022), tendencia que muy posiblemente continuará este 2022.
Podría decirse que el planeta se benefició de ese coma inducido en la actividad económica y, en general, en la vida social. Sin embargo, el precio a pagar para nuestras sociedades fue alto. La pandemia nos forzó a cambiar nuestros estilos de vida y, de alguna manera, olvidamos cómo socializar. En 2022 hay una fiebre generalizada por volver a disfrutar del ocio fuera de casa, de los viajes, conciertos, eventos masivos y más. Desgraciadamente, el intento de retomar los estilos de vida previos a la pandemia tiene un costo, cuya factura paga el planeta. Si bien en los últimos dos años no se han recuperado los niveles de vuelos en el mundo previos a la pandemia (38.9 millones), aún hubo 19.3 millones de vuelos en 2021 (Burgueño Salas, 2022).
Algunos datos para reflexionar: la producción per cápita de CO2 en el mundo en 2018 era de 4.8 toneladas (Climate Watch, 2020). La cantidad máxima recomendada que una persona debería producir al año a fin de detener el cambio climático es de tres toneladas (Lim, 2010). Un viaje de la Ciudad de México a Ámsterdam produce exactamente tres toneladas de CO2. Es inevitable admitir que los viajes y la movilidad internacional son una fuente importante de contaminación.
El dilema de la internacionalización
Tanto las IES como los estudiantes se encuentran ante un dilema: más movilidad internacional implica más emisiones de CO2 para el planeta, y más presión para las ciudades que apenas pueden ofrecer vivienda a sus propios habitantes, como se ejemplifica con la crisis de alojamiento para estudiantes, especialmente extranjeros, experimentada en los Países Bajos en 2021 (NOS Nieuws, 2021). Más internacionalización desde casa significará menores oportunidades para los estudiantes de desarrollar habilidades interculturales y sociales, de conocer otras cosmovisiones, y aprender de otras experiencias que solo se adquieren cuando se vive en el extranjero. En este contexto existen dos preguntas obligadas: ¿cuál es el futuro de la internacionalización de la educación superior?, ¿puede ser más sostenible?
Para responder a estas preguntas debemos tener en cuenta que los procesos de internacionalización varían en cada IES, país y región, por lo que la adaptación de los programas de internacionalización a la realidad pospandémica no será igual. La adaptación climática exige cambios importantes en nuestros estilos de vida y de consumo, lo que incluye menos viajes en avión. Aunado a esto hay que decir que el mundo en 2022 es más hostil que hace treinta años: más potencias se enfrentan por la hegemonía mostrando un mayor rechazo a la multilateralidad. La sociedad misma vive mayores tensiones, resultado de los costos y reajustes de la economía internacional pospandémica, lo que ha alimentado discursos antiinmigración, y todo esto aderezado con la vorágine desatada por la invasión rusa a Ucrania y la reacción de las democracias occidentales. Estos factores influenciarán los programas de internacionalización en el mundo, pues los países se enfocarán en atender las diversas tensiones sociales, lo que para la educación superior se traduce en privilegiar a los estudiantes nacionales frente a los extranjeros.
En términos más concretos, los países de la UE privilegiarán una regionalización de la movilidad en la educación superior (es decir, una profundización de programas como el Erasmus+), amén de que otras formas de transporte como el tren resultan menos contaminantes que los viajes intercontinentales. México y los países latinoamericanos pueden aprender mucho de la experiencia europea, pero tendrán que adaptarse a este nuevo contexto en el que habrá menos oportunidades para realizar estancias en el extranjero, así como menos becas para maestrías y doctorados; una señal está en el cierre de la oficina de Nuffic Neso —entidad encargada de la internacionalización de las IES neerlandesas en el extranjero— en la Ciudad de México, en 2021, que responde a este reajuste en la política de internacionalización de la educación superior de los Países Bajos.
Mientras que la internacionalización en el extranjero tiende a su desaceleración, la internacionalización en casa muy posiblemente continuará expandiéndose. El aula online, por ejemplo, puede potenciar el objetivo de integrar elementos internacionales en la enseñanza, al abrir oportunidades a más programas o eventos académicos internacionales, en donde más estudiantes e investigadores pueden participar. El espacio online también tiene el potencial de crear colaboraciones entre personas de diversos países, a un costo más bajo tanto para el bolsillo como para la emisión de gases contaminantes.
Se critica mucho que la internacionalización desde casa limita el desarrollo de habilidades interculturales al no haber interacciones entre estudiantes de diversos países. Esto no tiene por qué ser así. Una educación basada en valores cosmopolitas, donde se haga énfasis en la tolerancia, la hospitalidad y un genuino interés por entender la cosmovisión de otros, a fin de concientizar sobre las responsabilidades y obligaciones que tenemos con otros humanos y con nuestro medio ambiente, puede fomentar el desarrollo de una ciudadanía más activa y también más sostenible.
El Mtro. Arturo A. Paredes Rodríguez es internacionalista por la UNAM y maestro en Geografía Humana y Planeación por la Universidad de Utrecht, Países Bajos. Actualmente trabaja como líder de equipo de la Plataforma de Operaciones de StuDocu-StudeerSnel en Ámsterdam.
Referencias:
Burgueño Salas, E. (June 13, 2022). “Number of flights performed by the global airline industry from 2004 to 2022.” Statista, Internet statistical portal (
https://www.statista.com/statistics/564769/airline-industry-number-of-flights/#:~:text=The%20number%20of%20flights%20performed,reached%2038.9%20million%20in%202019).
Climate Watch (2020). GHG Emissions. Washington, DC: World Resources Institute (
https://www.climatewatchdata.org/ghg-emissions?end_year=2019&start_year=1990).
De Wit, H., & Altbach, P. G. (2021). “Internationalization in higher education: global trends and recommendations for its future.” Policy Reviews in Higher Education, 5: 28-46.
European Commission (2019). “Nine things you didn’t know about Erasmus!” In The European Commission’s profile at Medium (
https://europeancommission.medium.com/10-things-you-didnt-know-about-erasmus-41bb2c8ebd9c#:~:text=Each%20year%2C%20more%20than%20300%2C000,train%20under%20the%20Erasmus%2B%20umbrella).