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31 de octubre de 2022
Geociencias a la distancia. Experiencias de un curso COIL durante la pandemia
Por: Elena Centeno García y Carlos Miguel Valdés González
La pandemia de COVID-19 nos obligó a modificar la forma en que nos comunicamos, transmitimos y recibimos el conocimiento. Pasamos abruptamente de enseñar de manera presencial en las aulas —donde la interacción alumnado-maestro era uno de los componentes esenciales de la enseñanza— a una comunicación a distancia, por medio de dispositivos electrónicos, en la que, en muchas ocasiones, nos manteníamos encubiertos detrás de la pantalla, solo mostrando nuestro nombre, un pseudónimo o una imagen estática. El contacto personal, el hecho de verse directamente a los ojos o la posibilidad de, en una rápida ojeada, ver el estado de atención del alumnado, pasaron a la historia. Decían frecuentemente: “Es la nueva realidad”.
La Universidad del Estado de Nueva York (SUNY por sus siglas en inglés) fue la primera en desarrollar cursos COIL: siglas de Collaborative Online International Learning que traduciríamos como “Aprendizaje Colaborativo Internacional en Línea” (ACIL). Estos cursos fueron incluidos en su matrícula con el propósito de conectar a profesores y estudiantes en todo el mundo. Los cursos COIL no son la clásica lectura por parte del profesor que dicta la clase con los alumnos como receptores sino una interacción de estudiantes desde distintas ubicaciones, que forman grupos, dialogan, discuten, comparten experiencias e intercambian ideas; un trabajo colaborativo al que se suma la experiencia social y regional de cada persona.
En la primavera de 2021, durante la pandemia, las Sedes de la UNAM en Tucson, Estados Unidos y en Costa Rica propusieron un curso COIL sobre “Zonas de subducción en Norte y Centroamérica”, en conjunto entre las Universidades de Arizona, de Costa Rica y la UNAM. El tema era, por supuesto, interesante e importante para las regiones de Estados Unidos, México y Centroamérica, y tenía como objetivos crear un ambiente amistoso para que los estudiantes de esas regiones pudieran aprender sobre otras culturas y sobre la tectónica; promover la interacción y formación de redes internacionales; ayudar a construir una cultura de autoconciencia y autoconfianza con miras a crear un potencial de oportunidades internacionales de empleo; desarrollar en los estudiantes habilidades para el trabajo en equipo y la colaboración multicultural, además de animarlos a tener una mente inquisitiva para aprender a identificar cuestionamientos científicos, en particular los relacionados con los procesos de subducción.
Se esperaba que los estudiantes compartieran su propia perspectiva de su cultura, sus preocupaciones y metas personales; que discutieran retos globales como el cambio climático, la contaminación ambiental y los riesgos geológicos, y que se reunieran en grupos internacionales para llevar a cabo un análisis comparativo de las zonas de subducción. Los instructores, por su parte, debían facilitar un ambiente amistoso entre los estudiantes, preparar y grabar las clases en los principales temas del curso, proveer una lista de referencias, compartir una serie de preguntas con los alumnos para guiar la discusión, moderar los debates del grupo y revisar tareas y materiales entregados.
Debido a que varias universidades estaban involucradas en el curso COIL y tenían calendarios diferentes (más aún durante la pandemia), se decidió que el curso tuviera una duración de cinco semanas y se buscaron etapas coincidentes en los calendarios lectivos de cada institución. Participaron siete docentes y la organización la llevó a cabo la Sede de la UNAM en Tucson. Los profesores tendrían listo el video sobre su tema y las preguntas una semana antes de la presentación por los estudiantes, por lo que estos tendrían ese tiempo para reunirse, comentar, discutir y preparar la presentación. Una decisión importante: el curso sería en inglés. Cada sesión se llevó a cabo en sábado, con una duración de hasta tres horas.
La difusión del curso se realizó a través de medios electrónicos de las Sedes de la UNAM en Tucson y Costa Rica, de la propia UNAM y de varias instituciones de educación superior. El proceso de inscripción duró quince días. En total se inscribieron treinta y ocho estudiantes, veintidós mujeres y dieciséis hombres, de los cuales diecisiete pertenecían a la UNAM, siete al Instituto Politécnico Nacional, uno a la Universidad Olmeca (Tabasco, México), uno a la Universidad Nacional de Ingeniería (Lima, Perú), tres a la Universidad de Sonora, uno a la Universidad de San Agustín (Arequipa, Perú), uno a la Escuela Superior Politécnica del Litoral (Guayaquil, Ecuador), dos a la Universidad de Twente (Países Bajos), dos a la Universidad de Washington, uno a la de Florida, y dos a la de Arizona (Estados Unidos). Las áreas de conocimiento del alumnado fueron: geología, geociencias, geoquímica, geofísica, oceanografía, tectónica y vulcanología. En cuanto a su nivel de estudios, veinticinco estudiantes eran de licenciatura, nueve de maestría, tres de doctorado y un oyente del que no se registró el nivel de estudios. Como se puede observar, hubo una gran diversidad de instituciones y antecedentes, lo que enriqueció el curso.
“Es importante aprender a trabajar en equipo y más aún con diferentes culturas, exponiendo y aprendiendo cada uno del otro, y ampliando nuestro panorama en la geología”.
“Me interesa conocer pares de otros países, con foco en las regiones de Norte y Centroamérica, y reforzar mi conocimiento en geodinámica, sismicidad, sedimentología y estratigrafía”.
Comentarios de estudiantes en su inscripción al curso COIL
El curso inició con una reunión “rompehielo” (ice-breaker) en la que solo participaron los estudiantes. Cada sábado presentaban su trabajo por grupo, en respuesta a las preguntas entregadas una semana antes. En cada grupo los estudiantes participaban en la exposición. Fuimos observando cómo el temor de hacer presentaciones o intervenciones en línea, usando una plataforma Zoom, fue cambiando a medida que transcurrían las semanas, así como también las herramientas de exposición usadas, como el software PowerPoint y, en ocasiones, videos o una presentación completamente grabada debido a que a veces la comunicación por internet no era tan rápida o estable como se deseaba. Otro cambio importante fue la sugerencia de que se mezclaran los grupos para que se conocieran mejor y, aunque no fue fácil, se llevó a cabo. Los estudiantes cumplieron con las políticas del curso COIL: compromiso, puntualidad, respeto, reconocimiento de diferencias culturales, evitar comentarios ofensivos y sarcasmo, tener paciencia y amabilidad y no desarrollar otras actividades simultáneamente.
Finalmente, los profesores responsables de cada grupo de alumnos fueron los que calificaron los resultados y otorgaron los créditos correspondientes al curso COIL, siguiendo los procedimientos normales de sus respectivas instituciones.
El curso COIL “Zonas de subducción en Norte y Centroamérica” fue una experiencia enriquecedora para los estudiantes y también para sus profesores. La estrategia COIL, definitivamente, llegó para quedarse.
Elena Centeno García es ingeniera topógrafa e hidrógrafa por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, maestra en Ciencias por la UNAM y doctora en Geología por la Universidad de Arizona, Estados Unidos. El proyecto de investigación para obtener este título fue reconocido por la Geological Society of America Research Grants. Es investigadora en el Instituto de Geología, especializada en la relación entre tectónica y sedimentación, y pertenece al Sistema Nacional de Investigadores con nivel III. En agosto de 2022 fue designada miembro de la Junta de Gobierno de la UNAM.
Carlos Miguel Valdés González es ingeniero geofísico por la UNAM, doctor en Geofísica y Sismología por la Universidad de Wisconsin, Estados Unidos. Ha sido investigador y jefe del Servicio Sismológico Nacional y director general del Centro Nacional de Prevención de Desastres (CENAPRED). Dirige el Centro de Estudios Mexicanos de la UNAM en Costa Rica.