Encuadre    Suiza
28 de febrero de 2022

El impacto de la pandemia en mi experiencia académica en el extranjero

Por: CÉSAR TORREJÓN ARELLANO*
El año 2020 fue un año que jamás olvidaré. Primero, por el hecho de que resulté seleccionado como becario en el programa de movilidad estudiantil internacional de la DGECI, la cual me permitió cursar un semestre de estudios en Ginebra, Suiza. Específicamente en la Universidad de Ginebra. Además, fui el primer ingeniero de la UNAM que se iba a este lugar. Segundo, el surgimiento de una pandemia que nos tiene confinados aún a la fecha en que estoy redactando este texto.

No solo se trataba de irme a estudiar mi carrera a un lugar diferente, sino que implicaba viajar a otro país, a otra cultura, a otro sistema educativo diferente al que estaba acostumbrado.

En México yo podía tenerlo todo en un mismo lugar. A pesar de ser Ciudad Universitaria un lugar tan grande, sabías dónde estaba todo y la movilidad es muy ágil, poniendo todo para el estudiante “a la mano”. Lo más que pudiera suceder en mis clases era desplazarme del Anexo de Ingeniería a la Facultad de Ingeniería, un trayecto directo entre ambas sedes. En Ginebra, a pesar de ser una ciudad y por supuesto, una universidad mucho más pequeña, cada edificio y facultad se encontraba totalmente disperso. Un día podías tener una clase en el edificio principal, otro en tu facultad, al siguiente en el auditorio del Hospital General de Ginebra y así sucesivamente. Incluso había ocasiones en que te podía tocar todo eso en el mismo día y tú debías ver cómo le hacías para llegar a cada clase en tiempo y forma. Pero, ¿qué pasó? Justo cuando uno ya se estaba acostumbrando a los trayectos, las distancias, aprendiendo los pequeños atajos entre calles y edificios, aparece la pandemia y nos mandan a todos a casa.

SE REPITE CON MAYOR
INICIÉ EL CICLO ESCOLAR EL 17 DE FEBRERO Y
DESDE ESE MOMENTO SUPE QUE LAS COSAS
SERÍAN TOTALMENTE
DIFERENTES


Inicié el ciclo escolar el 17 de febrero y desde ese momento supe que las cosas serían totalmente diferentes a lo que estaba acostumbrado y debía esforzarme más de lo que pudiera pensar. Además, para ese entonces ya se sabía de la grave situación que se estaba enfrentando, debido al Coronavirus, en Italia, país vecino de Suiza y donde viven muchos trabajadores.

El 25 de febrero se anunció el primer caso positivo de Coronavirus en Suiza y las alarmas empezaron en todo el país. Ese mismo día se anunció que la universidad se empezaba a preparar para un posible caso de cierre de aulas y clases virtuales para todos. A pesar de que ya se contaba con la infraestructura y tecnología para ello, nunca se había probado a gran escala y había un enorme desconocimiento por parte de la mayoría de los docentes para su implementación.
El 5 de marzo, por la tarde, se anunció el primer caso de Coronavirus en el Hospital de Ginebra, el mismo día en que yo había tenido una clase “especial” en el auditorio de dicho hospital por la mañana. Esto marcó un enorme hecho en mi vida, pues no sé si tuvo algo que ver, pero el jueves 12 de marzo, exactamente un día después de que se declaró pandemia por la OMS, empecé con mi primer síntoma de lo que días después fue confirmado como positivo de Coronavirus.
Dado que yo había asistido a clases en días anteriores, avisé inmediatamente a las autoridades de la universidad y me comentaron que esperara nuevos avisos. Al día siguiente, por la tarde, se declararon las clases virtuales para todos a partir del lunes 16 de marzo.

Al comunicarme con el Hospital de Ginebra, y dado el enorme desconocimiento del actuar ante la enfermedad, me pidieron encerrarme en mi cuarto y volverlos a contactar en uno de dos casos: que pasaran tres días sin tener absolutamente ningún síntoma, o que estuviera tan grave que tuvieran que mandar una ambulancia por mí (en ese entonces, sólo la gente mayor era prioridad para el país y sólo ellos o los casos más graves recibían atención médica).

Fue un mes completo en que no sólo tuve que tratar de adaptarme a las nuevas clases, sino también superar al estado de salud en el que me encontraba; hasta el Cónsul de México en Suiza, por intermediación de la DGECI, se puso en contacto conmigo para darle seguimiento a mi condición sanitaria y posteriormente me ayudó a recuperar el vuelo de regreso a México con una aerolínea canadiense, que lo había cancelado sin previo aviso. Finalmente, el 13 de abril ya me encontraba bien de nuevo y pude salir de mi encierro, aunque seguía el confinamiento en todo el país.

En todo este tiempo, y todo lo que restó de las clases, todo se trataba de ver a tu maestro y compañeros a través de la pantalla. Uno trataba de poner atención por todo el ruido que había a los alrededores o lidiar con los problemas de Internet que interrumpían las sesiones. Lo mejor que te podía pasar era que los profesores grabaran las clases y que tú sólo te presentaras a clase para que tomaran tu asistencia, porque sabías que en ese momento no aprenderías nada y tendrías que ver las clases grabadas unas dos, tres, cinco veces.

Nunca había tomado apuntes en mi computadora, así que seguí a la antigua y todo lo anotaba en libreta, hojas y más. Jamás había escrito tanto en tan poco tiempo.

No voy a negar que traté de rendirme y dejarlo todo por la situación tan difícil por la que tuve que pasar. Incluso se nos presentó la oportunidad de dar de baja las materias y regresar a casa como si nada hubiera ocurrido, pero quise demostrarles a todos, y sobre todo a mí mismo, que no había imposibles para mí y saber de lo que era capaz en la vida para seguir adelante.

Al final, pasé todas mis materias y aprendí muchísimo, no sólo académicamente sino también de la vida misma. Quiero agradecerle muchísimo a la UNAM y sobre todo a la DGECI, porque sin ellos esto jamás lo hubiera vivido. Sin duda, para mí hay un antes y un después.
*Alumno de la Facultad de Ingeniería, UNAM
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